El día de ayer asistí por vez primera a una proyección
cinematográfica en la Sala Lupe Vélez, anexo de la Cineteca
Alameda, la sala cinematográfica (que ahora se imagina como un
conjunto) a cargo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de San
Luis Potosí.
Hace más de un año fui ahí por primera vez, invitado por el
Rodando Film Fest, para impartir una conferencia sobre cine mexicano.
Yo esperaba encontrar serias modificaciones en el espacio ahora que
empieza a utilizarse para proyectar películas de estreno ya que,
desde entonces, no tenía noticias de que hubiese sido usada
nuevamente.
Me sorprendió que en Cineteca Alameda decidieran usar la Sala Lupe
Vélez para las últimas proyecciones de una película tan importante
como Ida [Dirección: Pawel Pawlikowski. Coproducción de Polonia,
Dinamarca, Francia y el Reino Unido. Año: 2013] que ganó el premio de la Academia Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood a
mejor película de habla no inglesa y estuvo nominada en el rubro de
cinefotografía. Ida es una película que “podría tildarse de
prodigiosa”, escribió Óscar Rodríguez en el segundo número de
La Claqueta (fecha de
portada: Abril 2015) la publicación de Cineteca Alameda.
Entonces: ¿por qué darle a la
película una proyección tan deficiente, tan poca respetuosa de la
obra y de la experiencia del público? Trataré de dar respuesta
después de justificar, con una pequeña narrativa, mi afirmación
implícita en la pregunta.
Para ingresar a una proyección en la sala alterna de la cineteca de
San Luis Potosí hay que comprar el boleto en taquilla. Este tiene un
costo de 40 pesos (25 para estudiantes y para el público en general
los jueves), igual que el ingreso a la sala principal. En esta
ocasión no había servicio de dulcería. El ingreso a la Sala Lupe
Vélez se ubica en la calle de Vicente Guerrero, en el lado norte de
la Cineteca Alameda. Luego de comprar el boleto hay que caminar una
cuadra por Constitución, torcer a la izquierda y caminar otra media
cuadra. Ojalá nunca me toque hacer eso en una tarde de lluvia.
En el ingreso a la sala no hay una señalética exterior que la
identifique. Peor aún, no hay siquiera un número que identifique al
domicilio. Pero si uno tiene suerte seguramente será la única
puerta abierta en gran parte de la cuadra. Para ingresar hay que
subir un buen número de escalones. Antes de hacerlo nos recibe una
placa, que deja bien claro qué instituciones pagaron la remodelación
de la Cineteca. Es una superficie de apariencia brillante, como
metálica, profesionalmente hecha. El nombre de Lupe Vélez, por el
contrario, está impreso en una hoja de papel blanco y con tinta
negra.
Hay un par de puertas para atravesar un vestíbulo donde no hay nada
más que accesos que conducen a minúsculos baños. Ojalá nadie haya
ocupado el papel en el sanitario de varones, por que le hubiera sido
complicado cargar y cortar el rollo enorme ubicado sobre el depósito
de agua.
La sala en si misma tiene piso de madera. Las sillas (que no butacas,
24 en total) no están ubicadas a desnivel, de tal forma que, desde
que se sentó una pareja delante de mi, el cuadro de la película era
recortado por las siluetas de sus cabezas. Afortunadamente estábamos
sólo 8 personas sino no hubiera visto nada. Las sillas son plegables
y agradecí que la película fuera corta, pues quién sabe si hubiera
aguantado la incomodidad de los asientos.
El equipamiento de la Sala Lupe Vélez incluye aire acondicionado y
persianas para tapar el paso de la luz. Estas funcionan relativamente
bien, sin bloquear la claridad al 100 por ciento. El mayor problema
es que a los lados del espacio de proyección (donde debería haber
una pantalla) hay dos ingresos sin puerta a otro espacio lleno de
claridad. El espacio seguramente funciona mejor de noche. Pero poco
antes de las 20:00 horas, cuando terminó el film, había demasiada
luz.
No sé exactamente cuál sea la definición ni la luminosidad del
cañón. Por tratarse de una sala pequeña parece no tener mayor
problema, aunque no parece un aparato construido para la proyección
cinematográfica. Podría verse mejor si hubiera una pantalla. La
imagen se proyecta directamente sobre una pared.
La amplificación del sonido recae en un conjunto de bocinas mal
ubicadas. Al frente sólo queda el canal central y, a los lados,
están los canales izquierdo, derecho y los traseros. La película la
he visto tres veces: en Cineteca Nacional, en video casero y en la
Sala Lupe Vélez. La peor experiencia ha sido en esta última: se
perdió en gran medida el diseño sonoro de Ida, que se aprecia
incluso mejor en la humilde casa de Ustedes.
El colmo de esta función fue que no se respetó el formato original
de la película, cuya proporción de imagen es más bien cuadrada: el
llamado formato académico de 1 de altura por 1.33 de ancho. Cuando
empezaba la proyección de Ida manipularon el equipo y distorsionaron
la imagen, como lo hacen en las tiendas departamentales para que la
imagen de la televisión ocupe todo el espacio de las pantallas. La
proyección de la Cineteca Alameda en la Sala Lupe Vélez tiene la
misma lógica que la de las tiendas Elektra.
Los fotógrafos de cine le llaman a esto “torturar la imagen”. Es
una falta de respeto a la concepción original de la obra, es una
manipulación que sólo se entiende por la ignorancia y el
desinterés. Es muy grave por que la Cineteca Alameda debería
promover una cultura cinematográfica que incluyera la apreciación
de las películas de la mejor manera posible.
El cine es un evento, dice Rick Altman. Cada proyección es una
experiencia que define, con sus características técnicas, la forma
en que el espectador accede a las películas. Y en la cineteca de San
Luis han proporcionado una mala experiencia, cara y sin ningún
carácter profesional. Ojalá no sean ciertos los rumores de que la
proyección de las llamadas “películas de arte” serán
confinadas a la Sala Lupe Vélez. Ir ahí es una invitación a no
regresar jamás a la Cineteca Alameda.