Ser turista de festival implica el
abandono de la rutina. Si uno se lanza una semana a ver películas en
Guanajuato, Morelia, Guadalajara o Vancouver se abandonan con causa justificada
pendientes tales como impartir clases, recoger la ropa de la tintorería, cobrar
a deudores o huir de acreedores. Con la llegada de la festivalitis (entendida
como la inflamación de festivales de cine a nivel nacional) a San Luis Potosí
uno carece de pretexto para abandonar las responsabilidades.
Por eso me volví asistente de fin de
semana a la Fiesta del Cine, festival cinematográfico que no osa decir su
nombre y que es organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado
de San Luis Potosí. De algunas de sus actividades me excluí voluntariamente:
alfombras rojas protagonizadas por notorios has-been
como Matt Dillon – ¡el antagonista en Loco
por Mary (Bobby y Peter Farrelly, 1998)! – e insufribles de moda como Luis
Gerardo Méndez.
Fotografías con el gobernador, exposición
en medios nacionales, imagen proyectada de que la historia de los festivales
potosinos de cine arranca con la inauguración de la Fiesta son dinámicas que me
recuerdan fracasos como el ultra breve Cinemafest
de la administración municipal de Mario García Váldez.
Naturalmente mi espacio no estaba en las
residencias para guionistas y actores llevadas a cabo Xilitla y Real de 14. No
ejerzo ninguna de las dos actividades. Pero si me merece comentario que hayan
sido presentadas como fomento a la realización fílmica potosina. A continuación
esbozo cuatro ideas si es que la Secult quiere fortalecer este aspecto:
1. Profesionalizar la enseñanza
del cine en el Centro de las Artes San Luis Potosí Centenario (Ceart). Los
productos de sus talleres de realización adolecen de técnica y sin ésta no hay
articulación de ningún tipo de discurso fílmico.
2. Para ello se requiere una
infraestructura material mínimamente profesional. No basta con hacer las cosas
“con valor mexicano”, como me diría un encargado de área del Ceart. Hay que
invertir en equipo de cámara, sonido, tramoya y edición.
3. El personal académico que
imparta esos cursos debe aunar el conocimiento al rigor, exigir a los alumnos hacer
las cosas bien y, al menos, dar la imagen de que se es profesional.
4. Y por último hay que ser
serios en los pagos al personal docente. De momento la administración del Ceart
sigue con la vacilada de pagar con tres o cuatro meses de atraso. Supongo que
los organizadores de la Fiesta del Cine – externos a la estructura de la
Secretaría de Cultura – también recibirán sus cheques después de un tiempo
dilatado.
Pero yo no cobro por asesorar al gobierno
del estado. Hay otros que sí lo hacen. Sin duda le podrían hacer una propuesta
más estructurada al gobernador y al secretario de cultura, quienes al organizar
la Fiesta del Cine se asumieron automáticamente como impulsores de esta
actividad en el estado potosino.
*
Yo sólo fui a cinco películas en la Fiesta
del Cine y he de hablar de cómo me fue en la feria. El sábado fue la penúltima
jornada de exhibiciones y se llevó a cabo la clausura, hecho que aún no termino
de entender, al igual que el folleto de la programación. Éste merece un comentario
aparte.
En un momento creí que su prosa estaba
organizada en una serie de códigos juveniles que me eran ajenos. De hecho un
amigo mucho más joven que yo también pensó lo mismo. Es más, sugirió que lo
habían redactado en WhatsApp y que de ahí lo habían copiado y pegado al
folleto, lo cual me pareció tan lógico y plausible como cualquier otra
explicación.
*
Estuve las tardes del sábado y del domingo
24 y 25 de septiembre en el Teatro Polivalente del Ceart, dispuesto a ver todo
lo que se proyectase en funciones de las 4, 6 y 8 de la noche. La pantalla
acondicionada en el recinto presentaba un daño visible en el cuadrante superior
izquierdo. La proyección, según el folleto antes mencionado, se llevó a cabo en
blu-ray y en Digital Cinema Package (DCP).
El audio en más de una película fue por
momentos inentendible. El nivel de los diálogos era muy bajo y el de la pista
de efectos demasiado alta. Ello puede ser atribuible a defectos del equipo de
proyección y amplificación o al registro realizado por los cineastas, como se
verá más delante cuando hablemos de Semana
Santa.
Quedan para el anecdotario las sacudidas
del proyector cuando alguien subía a la cabina y que hicieron estremecerse más
de una vez el cuadro de la imagen proyectada. Además el Teatro Polivalente tiene
butacas que compiten con las más incómodas de San Luis Potosí. Hubo quienes
vimos tres películas en un solo día. Creo que merecemos reconocimiento especial
y un bono de descuento para consultar a un quiropráctico.
El ambiente del sábado era festivo. Como
es costumbre en el Centro de las Artes San Luis Potosí Centenario había un
evento social en el patio de entrada. Los asistentes a la Fiesta del Cine
tuvimos que entrar por la puerta no trasera, pero si lateral que se encuentra
en la Calle de la República.
Al final de la función de clausura hubo
una fiesta donde no faltó la bebida. Tuvimos toda la que quisimos: vino tinto,
mezcal, cerveza y agua embotellada. Más allá de los ríos de alcohol gratuitos
fue una bella convivencia: una de las ventajas del Polivalente con respecto,
por ejemplo, de la Cineteca Alameda son los patios aledaños que, haya fiesta o
no, invitan a quedarse y platicar después de la película. Ahí es donde se
socializa el cine. Es el momento donde dejamos de ser público para volvernos
comunidad. Ojalá se afine la proyección y se continúe la dinámica.
*
Pero para mí siempre lo más importante son
las películas. La primera que vi fue Mi amiga
del parque, producción argentina
(según el folleto) o argentina – uruguaya según Imdb, dirigida
por Ana Katz y estrenada en 2015. La historia no soporta la endeble construcción
del personaje principal y se torna insoportable por su falta de lógica
argumental. La puesta en escena es concisa, pero la narrativa pobre.
La mejor de todas las que vi fue Desde allá (Venezuela y México, 2015) dirigida
por Lorenzo Vigas y escrita por él y Guillermo Arriaga. Se trata de una película
sólida, cinematográficamente creativa, socialmente provocadora y no por la
preferencia sexual de los protagonistas sino por la dura reflexión en torno al
torno al burdo ejercicio del poder. El realizador nos anunció, antes de la
proyección, que llegaría a salas comerciales. Se merece, cuando ello ocurra, un
comentario mucho más amplio, ya que es de las mejores películas que visto este
año.
*
Lo que el sábado era fiesta el domingo se
tornó resaca. La vendimia de comida y bebida había desaparecido. En el patio
quedaban vestigios no muy higiénicos de la noche anterior. Lo único disponible
para el deshidratado hubiera sido el agua de la llave en el baño. Por momentos
había más gente de la organización que público. Y sin embargo ninguna función
estuvo vacía. Esto para bien o para mal porque todas las películas
desilusionaron, aburrieron y enfadaron.
Maquinaria
Panamericana (Joaquín del Paso. México, 2016)
pretende ser un film de Roy Andersson frustrando al espectador, quien al
principio (al menos hasta el momento en que revisan las tuberías) podría haber
esperado una comedia negra e imaginativa. Pero a partir de ese momento no tiene
una escena ni cinematográfica ni narrativamente interesante.
Esa
sensación es película de varias historias más bien
mal trenzadas, dirigida por Juan Cavestany, Julián Génisson y Pablo Hernando.
Según el folleto es una producción mexicana filmada en Madrid y según Imdb es
española. Su mayor mérito radica en su breve duración de menos de 80 minutos,
aunque se pudo haber eliminado una de las historias y como si nada hubiera
pasado. Me parece un comentario muy pobre pero creo que no hay nada que pueda
destacar de esta cinta.
Y cuando el atardecer lluvioso, el fresco
del otoño temprano y la soledad carcelaria de la antigua penitenciaria pudieran
haber anunciado un mejoramiento forzado por el combate al ánimo melancólico
entonces, precisamente entonces, vino lo peor.
La última película fue Semana Santa de Alejandra Márquez Abella,
estrenada hace dos años (2014) en su primer festival. El film narra, con
torpeza evidente después de la secuencia de créditos, el viaje a Acapulco de la
pareja formada por Chávez (Tenoch Huerta) y Dali (Anajosé Aldrete Echevarria),
acompañados por el hijo de ella, Pepe
(Esteban Ávila).
La secuencia de créditos incluye una serie
de planos, muchos de ellos vacíos, del espacio central del filme, identificado
en la secuencia final de créditos como el Hotel Caleta de Acapulco. Interesante
propuesta que no deja de remitir a Club Sándwich
(Fernando Eimbcke, 2013) pero que pierde sentido porque la escena siguiente
rompe la unidad del espacio, mostrando el viaje en carretera, en lo que se
puede considerar una falta de rigor fílmico.
El audio fue una verdadera tortura. Los diálogos
más de una vez resultaron inentendibles. Pensé, a partir de otras experiencias,
que se trataba de las condiciones de proyección. Pero llegando a casa
reproduje, en mi televisor y con un equipo de amplificación adecuado, el tráiler y descubrí que presentaba los
mismos problemas.
Tenoch Huerta probablemente sea lo mejor
de la película. Su fortaleza física queda desarmada casi de inmediato. Para su
personaje, Chávez, el viaje representa la posibilidad de incorporar el pasado a
su presente, sus padres, su mujer y su hijastro en ciernes. Pero topa con pared
por la inestabilidad emocional del personaje de Dali y por su propia fragilidad
económica. El suyo es un personaje que aspira a poco pero que puede mucho
menos: crónica de la precariedad contemporánea.
De lo peor es la confección del personaje
de Dali. Consumidora de droga, ausente como madre, manipuladora en el día a día,
con alguna escena verdaderamente patética como la del karaoke, de pronto sumida
en el anhelo por el padre de su hijo muerto tiempo atrás. Al vástago, por cierto
lo pierde al final de la película, lo que suena como un eco de Semana santa en Acapulco (Viacrucis
Nacional) (1981).
Pero a diferencia de la película de Luis
Alcoriza que finalmente es una forzada investigación sociológica del
hacinamiento chilango trasladado al Pacífico lopezportillista, en Semana Santa se va en contra de toda
referencia a las fechas que señala su nombre. Los paisajes no sólo están
degradados sino que se muestran devastados. Se puede apelar al uso
expresionista de las locaciones pero se pierde toda verosimilitud respecto a la
locura colectiva de Acapulco en vacaciones.
El saldo final de las películas vistas es
negativo. No puedo hablar de las que no vi, que fueron la mayoría. Pero cuatro
de cinco filmes vistos son pequeños en sus logros, fallidos en sus intenciones
y, para ser audiovisualizados, requieren de una actitud estoica contraria al
espíritu de la fiesta.