Hace
un par de días asistí a la presentación de La Reyna del Acocote,
un video documental realizado por Juan José Gámez para el Canal 9
de la televisión potosina. Gámez nos presentó un adelanto de su
exploración audiovisual por la cultura del pulque en México y en
San Luis Potosí.
La
parte local es cubierta por testimonios de los persistentes
consumidores de la bebida en las periferias de San Luis Potosí.
Marginados, habitantes de universos picarescos, desinhibidos y
espontáneos: así están retratados. El contexto nacional es abordado en comentarios como los del historiador Gerardo Vela, que habla
sobre el consumo del pulque en la cultura prehispánica.
Gámez
me invitó a participar hablando sobre la presencia de la bebida en
el cine mexicano. Armé un texto y una parte de él (la sustancial)
aparece en el video. A continuación lo transcribo completo y con
unas cuantas correcciones, que seguramente no serán las últimas.
La
presentación tuvo lugar en el Centro Cultural Mariano Jiménez -
espacio de resistencia a las políticas de la Secretaría de Cultura
del Estado de San Luis Potosí - como conclusión de su ciclo de cine
pulquero. Particularmente me sorprendió la enorme cantidad de
público y su reacción a un producto que, evidentemente no está
terminado.
Estuvieron
presentes autoridades de Canal 9 que seguramente pudieron ver dos
cosas. Una: tienen entre manos un proyecto, particularmente rico, de
exploración de la cultura popular potosina. La visión sofisticada y
lúdica de un artista plástico como Juan José Gámez hace atractiva
la propuesta y creo que muestra de ello fue la respuesta entusiasta
del público.
La
otra tiene que ver con la necesidad de afinar aspectos técnicos.
Hace falta filtrar el audio y trabajar en campo con sonidistas especializados
para no estar siempre al borde de lo inaudible. También hay que
dedicar tiempo y recursos para afinar la edición y llevar a las
filmaciones recursos básicos de iluminación.
Ojalá
que La Reyna del Acocote no quedé como un proyecto inconcluso. Hay
mucho potencial y esto se debe al trabajo apasionado de Gámez, quien
también debe aprender a soltar su documental y darle el toque final,
cerrarlo y buscar otros temas. Orson Welles imaginaba la televisión
como un híbrido expresivo de la radio y el cine. Ojalá que Juan
José explore también esos terrenos formales.
El
pulque no fue la bebida mas representativa de los géneros cinematográficos de la época de oro.
El charro mexicano exige su tequila y, salvo excepciones como Los
hermanos Del Hierro (México. 1961) de Ismael Rodríguez donde el
macho Pedro Arméndariz ofrece mezcal de San Luis, el tequila acaparó
las pantallas.
Pero
el pulque tiene su historia. No puedo hablar de toda ella, pero
comentaré su presencia en una película que es uno de los arranques
del cine mexicano a nivel temático y estético. ¡Qué viva
México! (¡Que Viva Mexico! - Da zdravstvuyet Meksika!. Unión
Soviética y Estados Unidos. 1932) fue filmada a lo largo y ancho de
nuestro país por Sergei Eisenstein entre los años de 1930 y 1931.
Era una mezcla de documental y ficción en el que su director
pretendía entretejer el pasado y el presente de la nación mexicana.
Si bien Eisenstein era un marxista convencido, ¡Qué viva México!
debió haber sido su filme mas espiritual. Para él, la historia de
México era un círculo eterno donde el pasado seguía viviendo hasta
nuestros días.
En
dos de las seis historias que la conforman se hace referencia al
pulque. Maguey, es una de ellas y
se desarrolla en una hacienda en los llanos de Hidalgo. En ella vemos
el campo y el trabajo de los hombres. Los peones extraen el pulque
del corazón de la planta. El drama arranca cuando la mujer de uno de
ellos va a visitar al hacendado y ahí primero es ignorada y
finalmente secuestrada. El novio y sus amigos entran en el casco y
sacan a la mujer. Los dueños de la hacienda se organizan, los
capturan, torturan y finalmente matan.
En
las películas de Eisenstein es un motivo recurrente el sacrificio de
los miembros de las clases explotadas en manos de sus explotadores.
La multitud cae muerta en El Acorzado Potemkim (Bronenosets
Potemkin. Unión Soviética. 1925) bajo las balas de fuerzas del zar.
Un niño es arrojado desde las alturas en La huelga (Stachka.
Unión Soviética. 1925) y una mujer yace inerme en un puente
levadizo en el filme Octubre (Oktyabr. Unión Soviética.
1928).
Estos
sacrificios pretendían generar conciencia en el pueblo representado
en estas películas, espectador ideal que era alentado a luchar
contra el régimen establecido y a construir una nueva sociedad. Pero
mas allá de estos planteamientos políticos, en las obras de
Eisenstein, como en todas las obras de arte, hay un espacio
indefinido, un lugar donde las cosas significan mas de lo que dicen
en primera instancia.
En
Maguey, los peones luchan en el campo donde trabajan. Se cubren con
las plantas, guardan en sus enormes hojas las balas. Y cuando éstas
reciben los balazos, su savia escurre en forma de sangre. El
sacrificio de los peones es un sacrificio místico. A los
sobrevivientes les entierran y les pasan caballos por encima. Ellos
quedan como un triángulo, símbolo de la divinidad.
Esa
es una muerte trascendental. Eisenstein traza este episodio como un
antecedente a la Revolución Mexicana, que debería instaurar un
nuevo régimen, justo y solidario con los trabajadores. Por eso, al
final, vuelve a aparecer el maguey y el pulque.
La
última parte es el Día de Muertos. Frente a una imagen sagrada se
fermenta el pulque, bebida que ha acompañado milenariamente a los
mexicanos, símbolo de historia viva, de pasado que sobrevive en el
presente, de la misma forma que lo hace la celebración del día de
muertos. El pulque se bebe en copas con forma de calavera. La
calavera en el arte prehispánico es con la que arrancaría la
película ¡Qué viva México! La muerte, en el pensamiento
trascendente de Eisenstein, igual que en los grandes mitos
fundacionales mesoamericanos, es un paso para la vida.
La
nueva vida social es la de un México lleno de esperanzas, donde las
viejas clases dominantes han muerto o donde pronto desaparecerán
definitivamente por el empuje del pueblo. Mientras los peones
sacrificados vuelven al final y se descubren quitándose la juguetona
máscara de cartón, detrás de la careta de los hacendados y de
Porfirio Díaz se esconde una calavera de verdad.
En
el pensamiento profundo de la historia de México, la semilla muere
enterrada, baja al Mictlán y renace. En ¡Qué viva México!
el corazón del maguey es arrancado como en un sacrificio azteca para
que el tiempo siga su marcha, para que el sol pueda continué su
curso por el cielo.
La
visión profunda de Sergei Eisenstein, filmada parcialmente al
comenzar la década de 1930, nunca pudo concluirse. A ¡Qué Viva
México! se le ha llamado el mas bello de los filmes
inexistentes. Pero ha sido radicalmente influyente. Emilio Fernández
y Gabriel Figueroa tomaron de ahí parte de su arsenal estético.
José Bolaños filmó La Soldadera (México. 1967), un largometraje
entero sobre un fragmento no filmado de ¡Qué viva
México!. Juan Mora Catlett en Retorno a Aztlán (México.
1991) visita algunos de los parajes que Eisenstein visitó.
Hay
otro filme, muy interesante, donde se ha vuelto a tratar el tema. En
La canción del pulque (México. 2003) Everardo González muestra
documentalmente la sobrevivencia del consumo de la milenaria bebida.
La cultura indígena, la vida y los modos de pensar campesina se
transforman y asientan entre los mas desposeídos del país, que
entre sus juegos de palabras y sus excesos se comunican con algo
profundo.
Escribe
Bernardo Esquinca que beber pulque es como estar y hablar con alguien
muy viejo y muy sabio. Vamos ver hasta donde llega este diálogo en
el cine mexicano.
Para
leer:
El
cine de Eisenstein. David Bordwell. Paidós. Barcelona. 1999.
Quetzalcóatl
y los mitos fundadores de Mesoamerica. Enrique Florescano. Taurus.
México. 2004.
El
sentido del cine y La forma del cine. Sergei Eisenstein.
Siglo XXI. México. 1986.
Toda
la sangre. Bernardo Esquinga. Almadía. México. 2013.
Cine
y vanguardias artísticas. Vicente Sánchez – Biosca. Paidós.
Barcelona. 2004.
Sergei
M. Eisenstein. Una biografía. Marie Seton. Fondo de Cultura
Económica. México. 1986.