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lunes, 30 de marzo de 2015

La teoría del todo

La victoria de Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia [Título original: Birdman: Or (The Unexpected Virtue of Ignorance). País: Estados Unidos. Año: 2014], Emmanuel Lubezki su fotógrafo y su director Alejandro González Iñárritu ha sido como una gran fiesta de reinstauración del orgullo fílmico nacional que comienza a pasar factura en forma de resaca.
Los espectadores ahora ya estamos sedientos por seguir viendo películas maravillosas. A veces nos gana el optimismo y olvidamos que éstas son realmente extraordinarias y la cartelera casi siempre se llena con ofertas incapaces de alimentar adecuadamente aun público relativamente exigente.
Eso aplica incluso para las películas que ganaron premios de la Academia de Hollywood y que a nuestra ciudad han llegado con un profundo retraso y se han sedimentado en el fondo de las salas generalmente en un sólo horario poco accesible.
De algunas de estás películas hemos podido comentar y otras se han quedado en el tintero. A los lectores de este blog les debo, por ejemplo, un texto sobre Francotirador (American Sniper. Director: Clint Eastwood. Estados Unidos. 2014), el incómodo filme de uno de los grandes realizadores actuales, activos y provocadores.
Con la intención de ponerme al día he preparado unas líneas sobre La teoría del todo (The Theory of Everything. James Marsh. Reino Unido. 2014) la película que obtuvo el reconocimiento de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood a mejor actor en un rol principal en la entrega de 2015.
El protagonista de La teoría del todo, Eddie Redmayne interpreta a Stephen Hawking, uno de los físicos teóricos más relevantes del siglo XX. Se trata de un film dirigido por el mismo cineasta que hizo el prestigioso documental Man on wire [Reino Unido y Estados Unidos. 2008] ganador del Oscar en el año 2009.
La teoría del todo es un biográfico centrado en el primer matrimonio de Hawking. Su esposa Jane es interpretada por Felicity Jones. Una parte de la fama pública del cosmólogo Stephen Hawking se debe a su libro de divulgación científica llamado “Breve historia del tiempo”. La otra parte es atribuible al hecho de que padece un trastorno degenerativo que le impide gran parte del movimiento voluntario de su cuerpo.
Eddie Redmayne se sacó la lotería con este personaje. Gracias a la exigencia física que requiere el interpretar a alguien con un mal funcionamiento general de la capacidad motriz y los matices que ofrece que al mismo tiempo sea una de las mentes más brillantes de su momento (y además una celebridad) era casi imposible que pasara desapercibido para la Academia.
Gran parte de los elementos que tenemos para evaluarlo provienen de la fidelidad a su modelo en la vida real. La diferencia con Michael Keaton en Birdman (quizá el gran perdedor en la última noche del Oscar) radica en que éste último creó un personaje desde los territorios absolutos de la imaginación, mientras que Redmayne hubo de estudiar con cuidado a su modelo para hacer verosímil su trabajo.
Esta idea (que la he tomado de un diálogo con el joven actor Rodolfo Ornelas) propone una diferencia, según lo entiendo yo, tan grande como la que hay al hacer una copia o calca y crear absolutamente de la nada. Personalmente me quedo con el rico trabajo que hizo Michael Keaton.
Pero tampoco quiero regatearle méritos al Redmayne. De hecho pienso que su actuación supera a la película en su conjunto. Por un lado La teoría del todo tiene una serie de valores de producción que se traducen en una cuidada recreación de época. Pero por otro el trabajo de composición de cuadro del fotógrafo Benoît Delhomme tiene poco rigor, llegando a cortarle los pies a los actores. Ello es a nivel general académicamente incorrecto y dentro de la película resulta injustificado. Otro recurso que no termina de adquirir sentido son las recurrentes imágenes sobre expuestas.
Stephen Hawking es un científico notable que puso en duda ciertos principios de la física que eran considerados universales e inalterables. Gracias a ello pudo estructurar una teoría que ahora es generalmente aceptada en el medio de las ciencias. Según ella el tiempo y el universo tuvieron un origen y tendrán un final.
La película no se concentra en ese descubrimiento, que ha sido el gran éxito de Hawking, sino que, según ahí mismo se explica, se llama igual que un fracaso. La “teoría del todo” es un proyecto mediante el cual se busca una sola explicación universal que debería expresarse en una ecuación. Este proyecto resulta inacabado y utópico pero le permite a su autor poner en duda los propios principios que ha generado y lo define como una mente inquieta e incansable.
La película La teoría del todo rara vez apela y trata del gran logro de Hawking que es haber explicado globalmente el tiempo. Sólo al final, con un recurso fílmico que apela a los orígenes del cine (específicamente a El derrumbe de un muro [Démolitiond'un mur. Louis Lumière. Francia. 1896]), el director se permite explorar uno de los aspectos del tiempo propuestos por el físico: la percepción subjetiva que tenemos de él.
Si La teoría del todo fuera una gran película exploraría los equivalentes cinematográficos de los diversos aspectos del flujo temporal. Entonces sería un filme innovador capaz de superar hasta sus propios defectos. Pero finalmente es sólo una biografía convencional de un hombre extraordinario.

viernes, 20 de marzo de 2015

Invitado en casa parte 2


En esta segunda entrega de la entrevista que produjo y distribuyó el canal Intermención IPBA en su serie Invitado en Casa trato de explicar por qué escribo este blog, sabiendo que el papel de crítico inmediatamente te vuelve el malo en una comunidad fílmica, más siendo tan pequeña como la potosina.
También me declaro admirador de estilos críticos prístinos como el que tiene Isaac Betancourt y de la escritura culterana de Jorge Ayala Blanco; me confieso avasallado por la capacidad de generar conceptos nuevos que tenía André Bazin y por el estilo íntimo de François Truffaut.
También digo algo potencialmente inquietante: Nenek (Dirección: Sabdyel Almazán. País: México. Año: 2014) es una película que estuve esperando 43 años.


INVITADO EN CASA - RUBEN GAYTAN 2DA PARTE from Intermención Ipba on Vimeo.

Intermención. Invitado en casa: Rubén Gaytán. Segunda parte.
Juan Félix Barbosa: dirección, guión y entrevista.
Luis Calderón: cámara y edición.

Invitado en casa parte 1


En Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman: Or (The Unexpected Virtue of Ignorance). Dirección: Alejandro González Iñárritu. País: Estados Unidos. Año: 2014) Riggan, el protagonista interpretado por Michael Keaton, se pregunta: ¿qué le pasa a una persona para volverse crítico?
He aquí una respuesta autobiográfica.
En este video escarbo en mi memoria fílmica y cito experiencias determinantes como Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette. Vittorio De Sica. Italia. 1948), Highlander - El inmortal (Highlander. Russell Mulcahy. Reino Unido. 1986) y AC/DC: Let There Be Rock (Eric Dionysius, Eric Mistler. Estados Unidos y Francia. 1980). Igual hago un recuento de eventos académicos que considero fundamentales al momento de optar por la vocación de escribir sobre las películas.
Estos créditos no aparecen en pantalla: Juan Félix Barbosa dirigió, hizo el guión y condujo la entrevista; el trabajo de cámara y la edición corrieron a cargo de Luis Calderón. Este es el primero de 3 videos que la serie Invitado en Casa del canal Intermención IPBA hizo favor de producir y distribuir en torno a mi persona. Gracias por la inmerecida distinción.


INVITADO EN CASA - RUBÉN GAYTÁN from Intermención Ipba on Vimeo.

martes, 17 de marzo de 2015

El código enigma


El código enigma (Título original: The imitation game. Dirctor: Mortem Tyldum. Coproducción de Estados Unidos y el Reino Unido. Año: 2014.) es una película que sólo merece mis más altas valoraciones. Es cierto que abordar todos los aspectos de una vida cualquiera se vuelve algo demasiado arduo y prácticamente imposible para cualquier película. Pero también es innegable que el cine tiene una capacidad innata de generar sentido, significados e interpretaciones que en el mejor de los casos son nutritivas y sugerentes.
La película es una biografía de Alan Turing, un matemático inglés que, en la época de la Segunda Guerra Mundial, construye un artefacto mecánico que sería el antecedente a las modernas computadoras. Con esa máquina Tuning y su equipo descifraron los códigos secretos de las comunicaciones nazis y le dieron el triunfo a los aliados.
Lo irónico del asunto es que Alan Turing nunca fue considerado, ni condecorado, como héroe de guerra, dado que su trabajo se mantuvo en el más absoluto de los secretos. Antes bien fue investigado, acusado y finalmente condenado por el delito de homosexualidad, vigente en esa época en los códigos legales del Reino Unido.
El filme dirigido por el noruego Mortem Tyldum no deja de ser una película académica, un filme correctamente filmado, con altos valores de producción que recrean de manera verosímil la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial. Cuenta con un guión muy interesante, escrito por Graham Moore y ganador del Oscar, cuya anécdota se expone mediante flashbacks que nos permiten ir entendiendo al personaje y lo llevan hasta una determinación casi poética al final.
La creación del personaje de Turing por parte de Benedict Cumberbatch es rica en matices. Por un lado el personaje es un retraído científico marginado por su homosexualidad. Pero por otro es un mefistofélico generador de estadísticas que construye fríos modelos que permiten ganar guerras. Pero para que pueda funcionar las vidas de individuos concretos deben pasar a segundo término . Turing es alguien capaz, vía la tecnología y la estrategia militar, de ganar una guerra pasando por alto los sacrificios que debe realizar.
El código enigma genera figuras sugerentes, fuertes e inspiradas, vigentes no sólo para el contexto en el que vivió Turing, sino para aquel en que actualmente nos desempeñamos: la máquina como un sustituto de nuestros afectos, depósito de nuestro amor y, si logramos perfeccionarla, sujeto capaz de correspondernos.

lunes, 9 de marzo de 2015

A la mala


María Laura “Mala” Medina (Aislinn Derbez) es una actriz desempleada que considera indigno el trato que recibe en las sesiones de selección de histriones para publicidad televisiva pero que piensa que participar en una telenovela es una oportunidad inmejorable. Sólo que su productora, es decir su jefa en potencia, antes de darle la chamba le pone una prueba: tiene que seducir a su ex novio, el millonario Santiago (Mauricio Ochmann), con intenciones que van de lo poco claras a la inverosimilitud y de ahí a la estupidez evidente.
Y es que María Laura, en su crisis de empleo remunerado, varias veces ha trabajado para novias celosas a cuyas parejas seduce y pone en evidencia en los momentos previos al coito. Pero con Santiago las cosas no salen como están planeadas. El empresario tequilero no se le avienta como fiera en celo y entre los dos va surgiendo una atracción que se convierte increíblemente en amor.
El modelo de comedia en A la mala (Dirección: Pedro Pablo Ibarra. País: México. Año: 2015) es el hollywoodense, uno de los pocos espacios en el cine del siglo XX donde la mujer adquirió una relevancia como personaje activo y no sólo fue la víctima que debía ser rescatada por el héroe masculino. De ello se infiere que lo más importante en este tipo de historias son los personajes. Vamos a analizarlos.
“Mala” Medina es una actriz con formación profesional y economía precaria. Comparte su departamento con una amiga y entre trabajo y trabajo por los que recibe pago se dedica, no sin ciertos reparos éticos, a labores de seducción tramposas y redituables. Nosotros los espectadores no tenemos claro si hay una motivación psicosocial relevante que la lleva a realizar esas actividades, algo así como querer ser la vengadora del club de las mujeres engañadas. Suponemos entonces que su motivación es sobre todo económica.
Cabe preguntarse entonces si A la mala es una película de crítica social, si acaso escarba en la inestable vida laboral de una generación capaz de hacer a un lado cualquier prurito ético con tal de llevar el pan a la mesa. No, definitivamente esta película no es de esas. Más bien se regodea en los padecimientos sentimentales de los personajes. Ejemplo de esa situación es la escena donde Mala abraza las llantas del coche de Santiago como el único recuerdo que queda de su amor.
Me imagino al director y al guionista diciendo: si es divertido ver a Woody Allen añorando a la mujer amada cuando huele una pierna de pollo que le ha dado para que cene solo en su casa en su fragmento de Historias de Nueva York (Título original: New York Stories. Woody Allen, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese. Estados Unidos. 1989.), entonces: ¿por qué no va a ser divertido ver a Aislinn Derbez en su cama abrazando unos neumáticos Michelin?
La pregunta se responde cuando, analizando la película de Allen, queda claro que el absurdo juega un papel clave en su concepción y realización como una crítica a la racionalidad que se ausenta absolutamente en A la mala, la cual es una película que no tiene nada que decir, que carece de un argumento a demostrar, cuya profundidad es igual a cero o, si tenía algo que comentar, confunde por su mala realización.
Para Pedro Pablo Ibarra lo importante es soltar rápido diálogos supuestamente inteligentes y chistosos, sobre todo los de los actores de reparto, al grado de que su dirección le imprime a A la mala un ritmo irregular que va de lo vomitivo a lo lerdo, ya que tampoco es muy eficiente, como lo demuestra la escena del clímax donde Derbez canta un gran éxito de Timbiriche (Tú y yo somos uno mismo) que resulta una tortura para el espectador con capacidades auditivas medianas.
El personaje de Santiago es aún más desconcertante, en la medida de que ello sea posible, que el de “Mala” Medina. El guión (de IssaLópez y Ari Rosen) se da tiempo para trazarlo con más detalles que tampoco son muy lógicos: Santiago es un millonario, heredero de una marca de Tequila, apasionado de la música clásica, solitario e instruido, con una relación no resuelta con su padre, pedante y acartonado al momento de estar en pantalla.
Esto último se entiende por la elección de Ochmann (actor de telenovelas y de teatro ligero mayormente) para interpretarlo. No queda claro que algo positivo aporte al personaje más allá de una cara bonita.
En cuanto a las motivaciones del personaje puedo decir que, luego de una semana de haber visto A la mala, no acabo de entender por qué Santiago se enamora de María Laura quien está completamente alejada de sus intereses ya sean literarios, musicales o empresariales.
Se podría justificar por una fuerte atracción física (cosa improbable cuando Aislinn Derbez hace el papel) o por que él descubre en ella valores trascendentales cuando va a ver una obra de teatro donde ella sale vestida, no sé si de dragón o de espárrago. Lo cierto es que su encuentro y su seducción son bastante torpes e inverosímiles. Quizá por ello la prensa del corazón ha publicitado el romance quelos actores mantienen en la realidad.
A fin de cuentas Santiago resulta ser un macho sensible, detentador del poder económico, filántropo engreído, egoísta en lo sexual, payaso en su pseudo intelectualidad, creado con intención de redimir a una generación de mirreyes pero que carece de verosimilitud o de profundidad sociológica.
A fin de cuentas, por su posición de hombre y de millonario, tiene el poder de decidir sobre Mala al momento de perdonarla. El espacio de poder femenino de ella se derrumba (en el improbable caso de que se haya erigido en algún momento) y con ello se va a contra corriente de lo mejor del género hollywoodense de la comedia romántica.
Otra de las cosas que resultan desesperantes al principio y aburridísimas al final es la incansable sucesión de cameos de figuras televisivas, que van desde la breve aparición del padre de la protagonista (Eugenio Derbez) hasta la extendida intervención de Facundo Gómez Brueda, que por cierto no termina de convencer de que es actor al espectador promedio, ya no digamos al especializado.
Se puede explicar este recurso como una manera de ligar la película a la televisión y con ello lograr una taquilla más abultada. Es decir, como un estricto cálculo comercial, el cual parece haber sido el pivote de la realización, algo que por si no es malo, pero que no garantiza para nada calidad fílmica.
Es como el caso de Transformers: La era de la extinción (Transformers: Age of Extinction. Michael Bay. Estados Unidos y China. 2014) que por el hecho de ser una película muy exitosa no deja de ser uno de los peores filmes del año pasado. Lo mismo puede pasarle a A la mala, aunque aún es muy pronto para prever lo que nos pueden ofrecer juntas las áreas cinematográficas de las más importantes televisoras de México: Televisa y Televisión Azteca.

martes, 3 de marzo de 2015

Boyhood: momentos de una vida


El hecho de que Boyhood: momentos de una vida (Título original: Boyhood. Dirección: Richard Linklater. País: Estados Unidos. Año: 2014) apenas se haya estrenado en San Luis Potosí es algo que merece no sólo subrayarse, sino también contextualizarse y tratar de explicarse.
Boyhood, nominada a 6 Óscares en la entrega que tuvo lugar la semana pasada, se estrenó en enero de 2014 en el Festival de Sundance. Llegó a las salas comerciales de Estados Unidos en agosto del año pasado. En México, o por lo menos en el Distrito Federal, comenzó su corrida comercial en el pasado mes de enero, un año después de su proyección en Sundance. Para ese entonces muchos cinéfilos ya la habían visto por que circulaba en internet una copia ilegal.
Yo la vi hace dos meses en la Capital del País en una de las llamadas “Salas de Arte” de la cadena de exhibición Cinépolis. Este era el nicho donde se había confinado a la película antes de las nominaciones al Oscar.
Hace unas semanas la Cineteca Alameda anunció el estreno de Boyhood en nuestra ciudad. La administración de la Cineteca invirtió en una campaña publicitaria y seguramente esperaba tener un gran éxito, ya que la única opción para que el cinéfilo local pudiera verla en una sala era este recinto cuya proyección es de una resolución menor a la de las salas comerciales, que tiene un audio deficiente y donde el público padece de gélidas temperaturas.
Los distribuidores le hicieron una ruda jugada a la Cineteca Alameda, ya que la película finalmente se estrenó también en Cinépolis. No coincidieron en todas las fechas, pero si en los días de mayor afluencia a las salas, que debieron de ser el viernes y el sábado pasado. El público se dividió y eso no es bueno para ninguno de los exhibidores. No se trata de una película que genere una afluencia masiva. Además la Cineteca Alameda no tiene condiciones materiales ni política de precios competitivas.
Así son los absurdos de la distribución y exhibición en San Luis Potosí. Es inconcebible que los distribuidores tarden tanto en estrenar una película. Cuando así lo hacen pierden público ante la piratería. Y cuando dividen a los espectadores las salas de exhibición son las que pierden. La verdad no tiene sentido, es absurda esta manera de actuar.
El momento para estrenar la película a nivel local era cuando se anunciaron las nominaciones al Oscar. Boyhood tenía seis, era una de las competidoras más serias de Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia. (Birdman. Alejandro González Iñárritu. Estados Unidos. 2014) pero finalmente sólo obtuvo un premio, lo cual también debe haber desalentado a ciertos espectadores que pudieran haberse interesado por verla hace unas cuantas semanas o por lo menos inmediatamente antes de la entrega del Oscar.
Lo cierto es que todo esto no le quita méritos a Boyhood: momentos de una vida, que es uno de los trabajos cinematográficos más interesantes del cine estadounidense de los últimos años. La película fue filmada a lo largo de 12 años, algo publicitado hasta el cansancio. Lo interesante es analizar el resultado.
Boyhood narra la historia de Mason y su familia. Él comienza el filme siendo un chamaco de 7 años y termina como un joven de 19 años, siempre interpretado por el mismo actor, Ellar Coltrane. La acción transcurre en varias ciudades, pueblos y el campo del estado de Texas, donde nació y ha vivido el director Richard Linklater.
Los padres de Mason están divorciados. La madre, interpretada por Patricia Arquete, a lo largo de este tiempo termina sus estudios universitarios, se vuelve maestra y tiene un par de parejas, con alguna de ellas vive incluso momentos de violencia intrafamiliar, muy bien planteados por Linklater para no salirse del tono íntimo del resto de la cinta. Basta un vaso roto y ver a la actriz en el piso para tener toda la dimensión del problema.
El padre de Mason es interpretado por uno de los actores / colaboradores claves de Linklater. Ethan Hawke va más allá de su estado de inconformidad adolescente permanente y con inteligencia y ternura pasa de trabajar en Alaska (figura paterna ausente) y de tocar en un conjunto de rock a laborar en una compañía de seguros, formar un nuevo matrimonio y tener un tercer hijo.
Literalmente el tiempo pasa por encima de los actores, que fueron filmados por una semana al año durante el extendido período de rodaje. Este sistema de producción implica muchos riesgos. Por ley ningún actor en Estados Unidos está obligado a tener un contrato mayor de 7 años. Eso habría la posibilidad de deserciones potencialmente desastrosas. Incluso cabía la posibilidad de que alguien del reparto o del departamento de dirección muriera.
Se tomaron previsiones para hacer el trabajo. Por ejemplo: durante el período de filmación (que fue de 2001 a 2013) hubo muchas innovaciones y cambios en la técnica del cine digital. Acertadamente el director y su departamento de cinefotografía decidieron filmar en el formato analógico de 35 milímetros mismo que no ha desaparecido (como algunos lo creen) y ha demostrado ser muy estable y duradero.
En pantalla se ven unas dos o tres escenas por año en la vida de los personajes. El tiempo de proyección de éstas va de los 10 a los 14 minutos. Son como fotografías instantáneas de la vida cotidiana, similares en espíritu a las que hicieron los hermanos Lumiére y perfectamente coincidentes con el descubrimiento de la vocación de Mason. Linklater tiene en esta película un muy afortunado encuentro con la vocación original del cine.
En Boyhood: momentos de una vida no ocurre nada demasiado espectacular. Sólo la vida misma. Hay separaciones dolorosas, encuentros gozosos, enfrentamientos con la diversidad, se percibe cómo pasa el tiempo, cómo se deterioran los cuerpos, cómo la belleza y su manifestación física son transitorias, igual que el paso por el mundo ante la inminencia de la muerte.
Seguramente el guión debió haber sido muy abierto. Se nota en el hecho de que ciertas secuencias carecen de continuidad. Por ejemplo: hay un momento en el que Mason tiene un encuentro con un par de muchachos agresivos en el baño de su escuela. Después de eso no volvemos a saber nada de ellos. Pero ello no le resta méritos a Boyhood. Al contrario. Ahí radica su originalidad, frescura y capacidad de asombrar y conmover a los espectadores con lo que casi nunca se ve en el cine actual: lo cotidiano.
Lo que hizo Richard Linklater fue atrapar el tiempo en su película, convertirlo en algo tangible que es analizable y completamente disfrutable. Al parecer éste ha sido un proyecto continuo en las películas en las que ha colaborado con Ethan Hawke, especialmente la trilogía compuesta por Antes del amanecer, Antes del anochecer y Antes de la medianoche (Before Sunrise, Before Sunset y Before Midnight. Coproducciones de Estados Unidos, Austria, Suiza y Grecia. 1995, 2004 y 2013) que presentan a los mismos actores interpretando a los mismos personajes en tres jornadas. Entre la primera y la última median 18 años.
El ejercicio de Boyhood es distinto porque exigió ir construyendo el tiempo sobre los personajes seguramente sin la capacidad de prever demasiadas cosas, por lo cual es aún más mérito el haber obtenido, finalmente, un arco de transformación de padres y de hijos que resulta claro e interesante. Este es uno de los pilares más firmes que sostienen la fascinación que provoca el filme.
Habría muchas más cosas que escribir sobre la película. Habría que describir y analizar el cumpleaños que Mason pasa con sus abuelos. Tendría que escribir sobre la extraordinaria selección de la música (las listas creadas por los usuarios de Spotify pueden ser mucho más adictivas y claras que el mismo disco). Debería de estudiarse el discurso político de algunas escenas clave, así como el relajado tratamiento del consumo de drogas. Así pasa con las grandes películas: les quedamos a deber muchas palabras.
Boyhood: momentos de una vida se encuentra destinada a volverse un clásico. Por lo pronto se ha anunciado su secuela. Esto creo que es una buena noticia para aquellos que he escuchado expresar su deseo de saber qué pasa con Mason cuando se encienden las luces de la sala.