Me
estás matando Susana (Roberto Sneider, 2016) se aleja de
cualquier intento de transgresión, renuncia a la grandeza y otorga
una hora 40 minutos de convencionalidad fílmica pero también de
claridad narrativa sostenida en pantalla y en cartelera por el
trabajo y la presencia de los actores.
El director y productor Roberto Sneider (Ciudad de
México, 1962) pertenece a la generación de cineastas mexicanos que
inició su carrera a mediados de los noventa. Igual que Alfonso
Cuarón y Guillermo del Toro emigró a los Estados Unidos en busca de
oportunidades para hacer cine de manera constante. No pudo
incrustarse en la industria de Hollywood y tiene apenas 3
largometrajes dirigidos en curiosa unidad. Todos son adaptaciones de
novelas mexicanas: Dos crímenes (1995), Arráncame la vida (2008) y
Me estás matando Susana (2016).
Este último resume la anécdota de la novela
Ciudades
Desiertas de José Agustín, publicada en 1982 y que leí varias
veces hace muchos años, así que las apreciaciones sobre el traslado
de un medio a otro se deben matizar por lo traicionero de la memoria
y verificarse con mayor rigor.
En espera de ese trabajo hay que señalar, para
los fans de José Agustín y de la novela, que los cambios son
múltiples: el tiempo de la historia no es el mismo. En la novela la
acción transcurre a principio de los ochenta y la película los
traslada a la época contemporánea. La trama está condensada de tal
forma que se elimina integramente el viaje de Eligio (en la película
Gael García Bernal) por carretera a lo largo de Estados Unidos y el
papel de varios personajes, no por fuerza secundarios, es disminuido
considerablemente.
Lo más importante de la adaptación, a mi juicio
lo que aleja de una manera importante el texto literario de la
película, es el cambio en el foco, que en la novela estrategicamente
se divide entre Susana (en la película Verónica Echegui) y Eligio.
En el filme el punto de vista destacado es el de este último. A
pesar de que las ediciones del libro tienen unas 180 páginas
aproximadamente la película poda y modifica radicalmente los
acontecimientos narrados.
Por lo tanto gran parte del peso de la película
recae en el protagonista masculino, Gael García Bernal. A 15 años
de Y tu mamá también! (Cuarón, 2001) sigue siendo un actor que
despierta pasiones. Lo correcto, en los grupos de enterados, es
denostar su trabajo. En la taquilla se apuesta en sentido contrario:
su exposición en medios y su fama es usada como gancho. Y al parecer
funciona. Según lo que me enteré es una de las dos películas que
tuvo público este fin de semana, por lo demás flojo, en los cines
de San Luis Potosí.
Con dicción fluida y clara (¡esto si es
noticia!) en inglés y español, Gael García explora las
contradicciones de Eligio, un actor segundón promiscuo y machín que
es abandonado por Susana (una escritora española y maestra hora
clase en la UAM Azcapotzalco) y viaja tras de ella a los Estados
Unidos, donde ella realiza una residencia de creación literaria.
La gracia del bribón proyecta el actor, poniendo
en evidencia la elección del director al momento de armar su
película: las preocupaciones en torno a la pareja, cuyo modelo
monógamo se mantiene en crisis permanente, en reescritura incesante
por la necesidad de aceptar, más allá de la razones impuestas
socialmente, las faltas del otro.
Para sustituir el desvío los de reflectores sobre
el personaje femenino y la mala elección de Verónica Echegui para
ese rol (llevo desde que vi la película tratando de justificarlo y
no puedo) es Eligio quien protagoniza las recurrencias, dándole a la
organización de las escenas un carácter semi geométrico, de lo
mejor de la película. Baste ver los dos momentos en que
subrepticiamente Gael entra a las habitaciones para entender este
punto.
En declaraciones
a los medios Roberto Sneider ha dicho que el estilo irreverente
de José Agustín lo había trasladado a una puesta en escena con
cámara en mano y usando los saltos de continuidad para unir sus
planos. Creo que se queda muy lejos de lograrlo. La película tiende
a lo estático. Según los créditos en pantalla Antonio Calvache
hace la fotografía y opera el steadycam, ese aparato que
proporciona cierta estabilidad a las imágenes filmadas sin soporte
fijo. Su uso estabilizador es contraproducente. Y los jump cuts
resultan poco significativos.
Películas como Güeros
(Alonso Ruizpalacios, 2014) resultan mucho más propositivas en el
uso rupturista de los recursos fílmicos y muy sugerentes en la
recreación de tiempos históricos recientes. Quizá estén más
cerca del corazón literario de la obra de José Agustín pero
también se ubican, desafortunadamente, más lejos del gran público
consumidor de los filmes de Manolo
Caro y Gary Alazraki.
Roberto Sneider ha hecho una película legible,
bien narrada, muy poco mal portada, contenida de cualquier exceso,
pero por lo tanto sin ningún atisbo de grandeza. Me estás matando
Susana es un filme para el gran público, para el promedio de una
audiencia que se ha acostumbrado a la claridad, la sencillez y a la
moral estándar: nada extraordinario.