Translate

viernes, 30 de marzo de 2018

La maldición de Thelma



La maldición de Thelma (Título original: Thelma. Director: Joachim Trier. País: Noruega. Año: 2017) se refiere a la voluntad femenina que des balancea el mundo de la lógica masculina a partir de una ejecución que por fuerza remite, pero que más bien le saca la vuelta, a los mecanismos clásicos del cine de terror. En medio de una cartelera dominada por las películas de vacaciones el público adulto agradece su programación en salas comerciales muy por delante del tortuguismo de la Cineteca Alameda.
Thelma (Eili Harboe) es una estudiante universitaria de biología que comienza a padecer convulsiones no epilépticas. Pertenece a una familia que vive aislada en el campo y la llegada a la ciudad le implica conflictos que tienen que ver con la socialización, el despertar erótico, las drogas y otros que se enfrentan a su estricta formación religiosa. A partir de ir conociendo su historia familiar descubre que tiene un poder que va en contra de la lógica y que la empareja con las brujas: el de volver realidad sus deseos de forma automática.
Joachim Trier (Noruega 1974, primo de Lars von Trier) realiza su cuarto largometraje documental explorando sus influencias cinematográficas y revirtiendo la convención central de los filmes de terror: el efecto de shock. El género ha tenido como justificación de ser el producir en los espectadores desazón, angustia, miedo y repulsión, entre otras emociones similares. Labor nada sencilla en donde, en la década de 1970, directores admirados por Tier como Brian de Palma exploraron las posibilidades del horror que produce la feminidad.
Pero que el comentario no se preste a engaño: no estamos ante una película de terror. Ese tipo de emociones no se exacerban al momento de proyectarse La maldición de Thelma. A lo largo de la historia que narra filme se atisban oportunidades que otros directores hubieran utilizado para construir complejos mecanismos de suspenso (las dos escenas en las que se pierde el bebé) o para hacer brincar mecánicamente al espectador de su butaca (las convulsiones acompañadas de pájaros que chocan contra las ventanas).
Y es que La maldición de Thelma sólo retoma ciertas convenciones del terror como los bosques, la brujería, el miedo a la sexualidad y el combate del mal a través de la religión – en una especie de exorcismo inducido por drogas legales – para reprimir la parte oscura del personaje de Thelma. El tema de la película en forma muy distinta ya lo había abordado, por ejemplo, Brian de Palma en Carrie: extraño presentimiento (1976) y Tier lo alude sin excesos sanguiñolientos ni masacres desmedidas.
En realidad es un filme de arte y ensayo que se concentra más en el tema que en el efecto (como lo hace el clásico cine de terror). El asunto central es la identidad femenina maltrecha por los fundamentalismos, controlada por la medicina (psiquiatría y psicología incluidas) y a la que que sólo se puede acceder mediante una búsqueda en el árbol genealógico. De ahí la necesidad de personajes como la abuela y de la estructura que oculta información al espectador y cuando la presenta es más para argumentar que para narrar.
Por ello no es raro que La maldición de Thelma, haya sido elegida como parte del programa de la 64 Muestra Internacional de cine que veríamos en condiciones precarias (si bien nos va) a mediados de año en la Cineteca Alameda. Afortunadamente Cinépolis la estrenó esta semana. Bien por la diversificación. No todo el público anda buscando películas para niños en esta temporada.