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viernes, 13 de noviembre de 2015

La cumbre escarlata

I
Para analizar y entender La cumbre escarlata [Crimson Peak. Guillermo del Toro. Estados Unidos y Canadá. 2015] considero necesario establecer su filiación genérica. Lo más sencillo es clasificarla como un thriller, es decir, como una película de terror. Hay elementos que lo sugieren: la protagonista de la historia es una joven virginal (Edith Cushing / Mia Wasikowska ) acosada por fantasmas.
Eso ya, de entrada, da pie para algunos sustos. No hay que olvidar que el género busca producir sobresaltos al espectador. Desde el primer fantasma (interpretado por Doug Jones) queda claro que esa es la intención de Del Toro. Por un lado está el diseño de los espectros casi todos descarnadamente siniestros. El modo en que aparecen, avalanzándose sobre la cámara y con un acompañamiento sonoro estruendoso, pretende provocar “sustitos” en el espectador.
Pero hay muchas cosas que nos pueden hacer saltar de la butaca, no sólo los fantasmas o las criaturas sobrenaturales. Las amputaciones, por ejemplo. Es raro permanecer emocionalmente indiferente a ellas. Y La cumbre escarlata está coronada por un duelo con objetos punzo cortantes en el que está involucrada la protagonista y la antagonista ( Jessica Chastain / Lucille Sharpe).
La presencia de los fantasmas es, además, un elemento que proviene de las convenciones de otro género que con mucha facilidad se le llama fantástico aunque el término por sí es más complejo de lo que aparenta. Desde la teoría literaria Tzevan Todorov definió al género por su carácter etéreo, tendiente a desvanecerse en un momento, que ocurre apenas brevemente cuando los lectores no sabemos si lo que estamos leyendo es real o sobrenatural.
Lo fantástico, según Todorov, es un espacio de duda, apenas existe cuando no sabemos si los hechos relatados pertenecen a la incursión de lo mágico, lo maravilloso o lo sobrenatural en nuestro mundo ordinario o simplemente son producto de la imaginación desbocada o del sueño febril de los personajes.
Esta idea se puede aplicar al cine. Es cuestión de revisar algunos clásicos como El fantasma del convento [Fernando de Fuentes. México. 1934] para poder hace una aplicación transparente de los conceptos de Todorov.
Para que el espectador perciba está ambigüedad es necesaria una cierta estructura, una manera determinada de contar la historia. La cumbre escarlata arranca y concluye con un libro en pantalla. Edith, la protagonista, es una escritora. Y a lo largo de la película vemos el proceso de creación de su obra. El personaje de Edith se vuelve central porque en el relato que hace uno mismo al libro y la película están enunciados sus propios temores.
Temor a la sexualidad, por ejemplo: el deseo mezclado con miedo determina la convivencia con su padre (Jim Beaver / Carter Cushing) y su negativa inicial (y extendidísima en el lastrado arranque del filme) de abandonar el hogar en Estados Unidos.
Creo que el asunto de la filiación genérica de La cumbre escarlata no es menor. Y es bueno tenerlo en mente porque los sustos (que cierta parte del público busca en un impulso masoquista bien interesante) pueden escasear en esta película.
II
Desde el momento de su promoción se definió a La cumbre escarlata como “un romance gótico de Guillermo del Toro” lo que implica una mezcla de filiación genérica y de política de autor. No abundaré sobre las consecuencias emocionales del romance ya que han sido expuestas y criticadas de manera puntual y puntillosa por el maestro Jorge Ayala Blanco en su texto “Guillermo del Toro y el terror cursi”.
Voy a mencionar algo sobre lo gótico, término que a diferencia del “terror” tiene la ventaja promocional de la ambigüedad ya que todos pueden hacerse una idea de lo que es a partir del masivo desconocimiento de tema. Pero hay una definición como estilo o corriente que nace en la literatura y se traslada al cine.
De hecho el gótico nace como género literario popular pero moral y académicamente despreciado en su momento. Me baso en el libro del doctor Vicente Quirarte para hacer una lista de las características de la literatura gótica:
Primero: el espacio donde se desarrollan sus historias, mismo que determina la atmósfera y tiene implicaciones temáticas. Se habla de un paisaje épico, evocador de la batalla entre el bien y el mal, con un clima agresivo en medio de ruinas abandonadas. En la literatura gótica es común el castillo oprimente, intimidante y espantoso, como debe ser todo edificio que pretende albergar al poder.
Segundo: los personajes. Debe haber un tirano que arruina la existencia de los jóvenes pero cuya dominación es boicoteada por los incontrolables excesos de sus pasiones. En este caso, el villano resulta mucho más interesante que el mismo héroe.
Tercero: situaciones y temáticas. El incesto florece de manera oscura en estos relatos, los osarios y los manicomios remiten a la locura que determina muchas acciones mientras los personajes experimentan trances de muerte y sueños extraordinarios. Los espacios cerrados o subterráneos, donde ocurren los entierros en vida, funcionan como metáfora del aislamiento humano.
A partir de eso creo que es fácil afiliar a La cumbre escarlata con lo gótico. En el siguiente hipertexto les dejo el enlace al podcast Sonido Directo sobre la película para que puedan escuchar la aplicación de estas características al filme.
III
Entre el género, la política de autor y la estructura narrativa La cumbre escarlata resultó para mí una de las películas más predecibles del año. No voy a discutir la idea, generalmente aceptada, de que Guillermo del Toro en una gran fuerza creativa y un director más que solvente, abiertamente bueno y obsesivo al momento de confeccionar su obra.
Pero parte del problema de La cumbre escarlata es que hay una huella digital que distingue a del Toro y está impresa en sus mejores películas como El espinazo del diablo (España. México. Argentina. Francia. 2001) y El laberinto del fauno (España. México y Estados Unidos. 2006), donde está presente la idea del fantasma como metáfora del tiempo, como eco del pasado. Tras haber visto esas películas la tenemos clara la idea de del Toro de que sus fantasmas y demás criaturas sobrenaturales son amorales, nunca destructivos o “malos” por si mismos.
Todo ello queda claro desde el arranque mismo de La cumbre escarlata cuando aparece el fantasma negro de la madre.
A eso hay que sumarle el carácter gótico. La forma en que presentan el incesto en el guión (firmado por el director y Matthew Robbins) pretende sorprender y no lo logra. Es demasiado evidente cuando se conocen las características del género, igual que el tema de la locura y el aislamiento.
Y para rematar el cúmulo de elementos que me hicieron dar por vista la película en su primera media hora está la estructura dramática circular que anuncia el final desde el principio eliminando la emoción y el suspenso que podría generar la suerte de Edith.
Por último, un incómodo apunte ideológico. Me resultó verdaderamente chocante la escena donde Carter Crushing le revisa las manos a Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) y se asume la superioridad de la meritocracia estadounidense frente a la aristocracia europea.
Del Toro y su guionista olvidan que ambos son sólo discursos usados para legitimar el dominio de ciertos grupos en determinadas sociedades. Este olvido – ocurrido en tiempos de Donald Trump y viniendo de un emigrado a Hollywood – se excede de complaciente con las peores pulsiones de la sociedad gringa.
Para leer:
Ayala Blanco, Jorge. “Guillermo del Toro y el terror cursi”. El Universal. el 7 de noviembre de 2015, sec. Confabulario. http://confabulario.eluniversal.com.mx/guillermo-del-toro-y-el-terror-cursi/.
Quirarte, Vicente. Del monstruo considerado como una de las bellas artes. 1a ed. México: Paidós, 2005.
Rubbin, Martin. Thrillers. 1a ed. Madrid: Cambridge University Press, 2000.
Todorov, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. 1a ed. México: Ediciones Coyoacán, 1994.

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