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lunes, 9 de junio de 2014

La jaula de oro


Es poco lo que se puede agregar a lo dicho y escrito sobre La jaula de oro (Dirección: Diego Quemada-Díez. Coproducción de Guatemala, España y México. 2013), la película que arrasó con los Arieles entregados hace un par de semanas y que con cierto retraso apenas hemos podido ver.
Al parecer no decae el interés del público por esta cinta. Mas allá de sus premios, incluyendo el que obtuvo en el Festival de Cannes, La jaula de oro ha contado con el apoyo para su exhibición de Cinépolis y eso le ha dado vida, al grado de que la función del sábado en la noche tenía muy buena afluencia.
La ópera prima de ficción del también director de fotografía español Quemada-Díez narra el viaje de tres jóvenes migrantes guatemaltecos a lo largo de México para llegar hasta los Estados Unidos. Las actuaciones de Brandon López, Juan Rodolfo Domínguez y Karen Martínez han sido reconocidas en todos los ámbitos.
La película pasa por tópicos noticiosos y de actualidad. Los viajeros se trasladan en el tren de carga conocido como la bestia (nunca mencionado así por ellos, no hay que olvidar que ese nombre tiene mucho de invento televisivo o mejor aún, de invento Televiso). Los migrantes llegan al albergue donde los recibe el sacerdote Alejandro Solalinde. También son reprimidos por fuerzas del orden público, soldados y policías. Y son objeto de abuso por parte de secuestradores, extorsionadores y ladrones. No por conocidas las dificultades de los migrantes dejan de impactar al verse en pantalla. Una realidad repetida cien veces por los medios no siempre luce y significa como puede hacerlo una buena película.
Y eso que la película está filmada con mucha mesura, al grado de que algunos críticos la han señalado como fría. La jaula de oro no es una crónica de nota roja. El trabajo con actores no profesionales y en las locaciones donde realmente ocurren hechos como los narrados la aproximan al documental, pero es un cine de ficción, planeado y narrado con claridad y sencillez.
A pesar de lo inmediato del tema, el director deja momentos en pantalla para algo fundamental, algo que se pierde conforme el tren avanza a los Estados Unidos. En varias escenas los jóvenes migrantes quedan solos en entornos naturales: la selva, el río, casas abandonadas. Se hacen uno con el medio, se trasporta el espectador con las chicharras, el corte de la caña y los diálogos en tzotzil. Pocos directores hacen eso hoy: Terrence Malick, en El árbol de la vida (The Tree of Life. Estados Unidos. 2011), Hayao Miyazaki en Se levanta el viento (Kaze tachinu. Japón. 2013)y unos cuantos realizadores mas.
La jaula de oro trata sobre la pérdida de ese entorno. Es la ironía histórica de una juventud que viviendo en un lugar naturalmente rico debe huir de la pobreza material, para llegar a un espacio donde todo es tecnología, bardas, límites, soledad y frío. Y en el trayecto, que es lo que cuenta en este tipo de historias, hay que desprenderse de todo. Lo material - como los zapatos - los afectos - por que siempre hay tiempo para el desencanto - y la gente - por que no todos pueden concluir el viaje -.
Al final de ese recorrido y tras tanta pérdida, hay que quedarse con la valentía y el coraje de quien ha hecho un viaje que debiera ser imposible, pero que miles hacen a diario, en medio de las mas terribles injusticias y desigualdades, que por cierto nunca existen si no es al lado de los gestos de solidaridad y del calor que proporciona la amistad.

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