Es
poco lo que se puede agregar a lo dicho y escrito sobre La
jaula de oro (Dirección: Diego
Quemada-Díez. Coproducción de Guatemala, España y México. 2013),
la película que arrasó con los Arieles entregados hace un par de
semanas y que con cierto retraso apenas hemos podido ver.
Al
parecer no decae el interés del público por esta cinta. Mas allá
de sus premios, incluyendo el que obtuvo en el Festival de Cannes, La
jaula de oro ha contado con el
apoyo para su exhibición de Cinépolis y eso le ha dado vida, al
grado de que la función del sábado en la noche tenía muy buena
afluencia.
La
ópera prima de ficción del también director de fotografía español
Quemada-Díez narra el viaje de tres jóvenes migrantes guatemaltecos
a lo largo de México para llegar hasta los Estados Unidos. Las
actuaciones de Brandon López, Juan Rodolfo Domínguez y Karen
Martínez han sido reconocidas en todos los ámbitos.
La
película pasa por tópicos noticiosos y de actualidad. Los viajeros
se trasladan en el tren de carga conocido como la bestia (nunca
mencionado así por ellos, no hay que olvidar que ese nombre tiene
mucho de invento televisivo o mejor aún, de invento Televiso).
Los migrantes llegan al albergue donde los recibe el sacerdote
Alejandro Solalinde. También son reprimidos por fuerzas del orden
público, soldados y policías. Y son objeto de abuso por parte de
secuestradores, extorsionadores y ladrones. No por conocidas las
dificultades de los migrantes dejan de impactar al verse en pantalla.
Una realidad repetida cien veces por los medios no siempre luce y
significa como puede hacerlo una buena película.
Y
eso que la película está filmada con mucha mesura, al grado de que
algunos críticos la han señalado como fría. La jaula de
oro no es una crónica de nota
roja. El trabajo con actores no profesionales y en las locaciones
donde realmente ocurren hechos como los narrados la aproximan al
documental, pero es un cine de ficción, planeado y narrado con
claridad y sencillez.
A
pesar de lo inmediato del tema, el director deja momentos en pantalla
para algo fundamental, algo que se pierde conforme el tren avanza a
los Estados Unidos. En varias escenas los jóvenes migrantes quedan
solos en entornos naturales: la selva, el río, casas abandonadas. Se
hacen uno con el medio, se trasporta el espectador con las
chicharras, el corte de la caña y los diálogos en tzotzil. Pocos
directores hacen eso hoy: Terrence Malick, en El
árbol de la vida (The
Tree of Life. Estados Unidos. 2011),
Hayao Miyazaki en Se
levanta el viento
(Kaze tachinu. Japón. 2013)y unos cuantos realizadores mas.
La
jaula de oro trata sobre la
pérdida de ese entorno. Es la ironía histórica de una juventud que
viviendo en un lugar naturalmente rico debe huir de la pobreza
material, para llegar a un espacio donde todo es tecnología, bardas,
límites, soledad y frío. Y en el trayecto, que es lo que cuenta en
este tipo de historias, hay que desprenderse de todo. Lo material -
como los zapatos - los afectos - por que siempre hay tiempo para el
desencanto - y la gente - por que no todos pueden concluir el viaje
-.
Al
final de ese recorrido y tras tanta pérdida, hay que quedarse con la
valentía y el coraje de quien ha hecho un viaje que debiera ser
imposible, pero que miles hacen a diario, en medio de las mas
terribles injusticias y desigualdades, que por cierto nunca existen
si no es al lado de los gestos de solidaridad y del calor que
proporciona la amistad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario