El hecho de que Boyhood: momentos de una vida (Título
original: Boyhood. Dirección: Richard Linklater. País: Estados
Unidos. Año: 2014) apenas se haya estrenado en San Luis Potosí es
algo que merece no sólo subrayarse, sino también contextualizarse y
tratar de explicarse.
Boyhood, nominada a 6 Óscares en la entrega que tuvo lugar la semana
pasada, se estrenó en enero de 2014 en el Festival de Sundance.
Llegó a las salas comerciales de Estados Unidos en agosto del año
pasado. En México, o por lo menos en el Distrito Federal, comenzó
su corrida comercial en el pasado mes de enero, un año después de
su proyección en Sundance. Para ese entonces muchos cinéfilos ya la
habían visto por que circulaba en internet una copia ilegal.
Yo la vi hace dos meses en la Capital del País en una de las
llamadas “Salas de Arte” de la cadena de exhibición Cinépolis.
Este era el nicho donde se había confinado a la película antes de
las nominaciones al Oscar.
Hace unas semanas la Cineteca Alameda anunció el estreno de Boyhood
en nuestra ciudad. La administración de la Cineteca invirtió en una
campaña publicitaria y seguramente esperaba tener un gran éxito, ya
que la única opción para que el cinéfilo local pudiera verla en
una sala era este recinto cuya proyección es de una resolución
menor a la de las salas comerciales, que tiene un audio deficiente y
donde el público padece de gélidas temperaturas.
Los distribuidores le hicieron una ruda jugada a la Cineteca Alameda,
ya que la película finalmente se estrenó también en Cinépolis. No
coincidieron en todas las fechas, pero si en los días de mayor
afluencia a las salas, que debieron de ser el viernes y el sábado
pasado. El público se dividió y eso no es bueno para ninguno de los
exhibidores. No se trata de una película que genere una afluencia
masiva. Además la Cineteca Alameda no tiene condiciones materiales
ni política de precios competitivas.
Así son los absurdos de la distribución y exhibición en San Luis
Potosí. Es inconcebible que los distribuidores tarden tanto en
estrenar una película. Cuando así lo hacen pierden público ante la
piratería. Y cuando dividen a los espectadores las salas de
exhibición son las que pierden. La verdad no tiene sentido, es
absurda esta manera de actuar.
El momento para estrenar la película a nivel local era cuando se
anunciaron las nominaciones al Oscar. Boyhood tenía seis, era una de
las competidoras más serias de Birdman o la inesperada virtud de
la ignorancia. (Birdman. Alejandro González Iñárritu. Estados
Unidos. 2014) pero finalmente sólo obtuvo un premio, lo cual
también debe haber desalentado a ciertos espectadores que pudieran
haberse interesado por verla hace unas cuantas semanas o por lo menos
inmediatamente antes de la entrega del Oscar.
Lo cierto es que todo esto no le quita méritos a Boyhood:
momentos de una vida, que es uno
de los trabajos cinematográficos más interesantes del cine
estadounidense de los últimos años. La película fue filmada a lo
largo de 12 años, algo publicitado hasta el cansancio. Lo
interesante es analizar el resultado.
Boyhood
narra la historia de Mason y su familia. Él comienza el
filme siendo un
chamaco de 7 años y termina como un joven de 19 años, siempre
interpretado por el mismo actor, Ellar Coltrane. La acción
transcurre en varias ciudades, pueblos y el campo del estado de
Texas, donde nació
y ha vivido
el director Richard
Linklater.
Los
padres de Mason están divorciados. La madre, interpretada por
Patricia Arquete, a lo largo de este tiempo termina sus estudios
universitarios, se vuelve maestra y tiene un par de parejas, con
alguna de ellas vive incluso momentos de violencia intrafamiliar, muy
bien planteados por Linklater para no salirse del tono íntimo del
resto de la cinta. Basta un vaso roto y ver a la actriz en el piso
para tener toda la dimensión del problema.
El
padre de Mason es interpretado por uno de los actores / colaboradores
claves de Linklater. Ethan Hawke va más allá de su estado de
inconformidad adolescente permanente y con inteligencia y ternura
pasa de trabajar en Alaska (figura paterna ausente) y de tocar en un
conjunto de rock a laborar en una compañía de seguros, formar un
nuevo matrimonio y tener un tercer hijo.
Literalmente
el tiempo pasa por encima de los actores, que fueron filmados por una
semana al año durante el extendido período de rodaje. Este sistema
de producción implica muchos riesgos. Por ley ningún actor en
Estados Unidos está obligado a tener un contrato mayor de 7 años.
Eso
habría la posibilidad de deserciones potencialmente desastrosas.
Incluso cabía la posibilidad de que alguien del reparto o del
departamento de dirección muriera.
Se
tomaron previsiones para hacer el trabajo. Por ejemplo: durante el
período de filmación (que fue de 2001 a 2013) hubo muchas
innovaciones y cambios en la técnica del cine digital. Acertadamente
el director y su departamento
de cinefotografía decidieron filmar en el formato analógico de 35
milímetros mismo
que no ha desaparecido (como algunos lo creen) y ha demostrado ser
muy estable y duradero.
En
pantalla se ven unas dos o tres escenas por año en la vida de los
personajes. El tiempo de proyección de éstas va de los 10 a los 14
minutos. Son como fotografías instantáneas
de la vida cotidiana, similares en espíritu a las que hicieron los
hermanos Lumiére y
perfectamente coincidentes con el descubrimiento de la vocación de
Mason.
Linklater tiene en esta película un muy afortunado encuentro con la
vocación original del cine.
En
Boyhood: momentos
de una vida
no ocurre nada demasiado espectacular. Sólo la vida misma. Hay
separaciones dolorosas, encuentros gozosos, enfrentamientos con la
diversidad, se percibe cómo pasa el tiempo, cómo se deterioran los
cuerpos, cómo la belleza y su
manifestación
física son
transitorias,
igual que el paso por el mundo ante la inminencia de la muerte.
Seguramente
el guión debió haber sido muy abierto. Se nota en
el hecho de que ciertas
secuencias carecen de continuidad. Por ejemplo: hay un momento en el
que Mason tiene un encuentro con un par de muchachos agresivos en el
baño de su escuela. Después de eso no volvemos a saber nada de
ellos. Pero ello no le resta méritos a Boyhood. Al contrario. Ahí
radica su originalidad, frescura y capacidad de asombrar y conmover a
los espectadores con lo que casi nunca se ve en el cine actual: lo
cotidiano.
Lo
que hizo Richard Linklater fue atrapar el tiempo en su película,
convertirlo en algo tangible que es analizable y completamente
disfrutable. Al parecer éste ha sido un proyecto continuo en las
películas en las que ha colaborado con Ethan Hawke, especialmente la
trilogía compuesta por Antes
del amanecer,
Antes del
anochecer
y Antes de la
medianoche
(Before
Sunrise, Before Sunset y Before Midnight. Coproducciones de Estados
Unidos, Austria, Suiza y Grecia. 1995, 2004 y 2013) que presentan a
los mismos actores interpretando a los mismos personajes en tres
jornadas. Entre la primera y la última median 18 años.
El
ejercicio de Boyhood es distinto porque exigió ir construyendo el
tiempo sobre los personajes seguramente sin la capacidad de prever
demasiadas cosas, por lo cual es aún más mérito el haber obtenido,
finalmente, un arco de transformación de padres y de hijos que
resulta claro e interesante. Este es uno de los pilares más firmes
que sostienen la fascinación que provoca el filme.
Habría
muchas más cosas que escribir sobre la película. Habría que
describir y analizar el cumpleaños que Mason pasa con sus abuelos.
Tendría que escribir sobre la extraordinaria selección de la música
(las listas creadas por los usuarios de Spotify pueden ser mucho más
adictivas y
claras que
el mismo disco). Debería de estudiarse el discurso político de
algunas escenas clave, así como el relajado tratamiento del consumo
de drogas. Así pasa con las grandes películas: les quedamos a deber
muchas palabras.
Boyhood: momentos de una vida
se encuentra destinada a volverse un clásico. Por lo pronto se ha
anunciado su secuela. Esto creo que es una buena noticia para
aquellos que he escuchado expresar su deseo de saber qué pasa con
Mason cuando se encienden las luces de la sala.
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