Casi como si fuera una canción de Miguel Bosé (“en secreto y en
silencio”) inicia hoy la Muestra Internacional en Cineteca Alameda.
La Muestra es uno de los eventos mas esperados de la comunidad
cinéfila. El viernes primero de mayo, en la página oficial de la cineteca de San Luis Potosí, aún no estaba anunciado el evento. Y
ayer (domingo 3) aparecía un banner que anunciaba algunas de
las películas. Pero por ningún lado encontré como tal el texto
“Muestra Internacional de Cine”.
Es cierto que algunos medios como Hoy San Luis y Pulso
anunciaron desde hace días el evento. Pero la página oficial de
Cineteca es un elemento fundamental de difusión, que no pueden
sustituir ni las redes sociales. El sitio oficial debería ser donde
pudiéramos obtener su cartelera de manera eficiente. Pero no es así.
Me pregunto si realmente las autoridades, no sólo de Cineteca
Alameda sino de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de
San Luis Potosí, desalientan intencionalmente la asistencia a la
sala y con ello pretenden justificar un posible cierre o
confinamiento de la exhibición a la inadecuada y honerosa Sala LupeVélez. No hay que perder esto de vista.
Mientras tanto pretendo publicar, el día de su exhibición, unos
cuantos textos sobre las películas que ya he podido ver (el programa
estuvo en Cineteca Nacional en el mes de marzo y abril) y también
daré cuenta de aquellas películas destacadas que vea en estas dos
semanas, aunque sea después de su exhibición ya que, después del
fracaso que implicó la proyección de Ida [Pawel Pawlikowski. Polonia,
Dinamarca, Francia y el Reino Unido. 2013], no sé si Cineteca
Alameda vuelva a programar alguna de estas películas. Lo que, por
otro lado, debería ser su obligación, su labor fundamental,
complementada estratégicamente por campañas de difusión y
educación fílmicas adecuadas.
La 58 Muestra Internacional de Cine en San Luis Potosí arranca con
la exhibición de El capital humano [Título
original: Il capitale umano. País: Italia. Año: 2013],
una película ha ganado 42 premios internacionales y es el
trabajo número 17 de su
director, Paolo Virzì.
El filme tiene como evento principal
un accidente sufrido por un camarero que, una noche de invierno en
una ciudad de provincia de Italia, es embestido por un vehículo que
se da a la fuga. En torno a este incidente se van armando un puñado
de historias de padres y de hijos. Unos pertenecen a la clase media y
aspiran a formar parte del segmento más privilegiado de la sociedad.
Otros son inversionistas y especuladores, miembros exitosos de la
burguesía. Otros más son
los perdedores de siempre: confinados al trabajo arduo, la pobreza,
las drogas y el delito.
El guión de El capital
humano (escrito por el
director en colaboración con Francesco Bruni y Francesco Piccolo
y basado en la novela de Stephen
Amidon) sigue una de las
rutinas consentidas del moderno cine exquisito: la fragmentación del
relato en varios capítulos asincrónicos
que adoptan el punto de vista
de diversos personajes y
aclarando paulatinamente las
ambigüedades planteadas al arranque.
Por un lado hay que reconocer que la
película resulta clarísima, alejada de cualquier vestigio de
confusión y
con todas sus líneas cerradas al final. Pero en contra parte de este
eficiente uso de la técnica narrativa, el resto de los aspectos
estéticos del filme no resultan imaginativos.
En uno de los segmentos incluso se
llega a abusar del oscurecimiento de la pantalla como estrategia de
economía del relato:
para no ver lo que los
espectadores hemos visto
antes, al momento de mostrarnos el mismo evento (una premiación en
un colegio católico), reiteradamente se usa el desvanecimiento de la
imagen al color negro. Esto vuelve eficiente el relato y
convencional la técnica de
la edición.
De igual forma el uso de un formato
muy ancho, que guarda una proporción de 2.35 veces el alto de la
imagen, nos da la impresión opuesta
al conjunto de la película.
Los capitales, incluyendo El capital humano,
son frágiles:
en el entorno social en que ocurre la historia pueden desaparecer de
un momento a otro. Los encuadres de la película, por el contrario
manifiestan una solidez extraordinaria.
Un
ejemplo: cuando Carla (Valeria
Bruni Tedeschi)
nada en la alberca y recibe la noticia de la crisis por la que pasan
los negocios de su marido, la cámara se
mantiene firme
en el piso, haciendo composiciones con líneas horizontales y
verticales perfectas.
La
cámara va por un lado y el sentido profundo de la historia va por
otro.
Por otra parte, el director parece
tomar partido desde el principio por algunos de sus protagonistas.
Dino (Fabrizio Bentivoglio),
el aspirante a arribista, es bastante desagradable: su cabello
desordenado, los pantalones y el reloj de color chillante son
chocantes y más por el
contraste que representa con el pedante pero
impecable personaje
interpretado Fabrizio Gifuni
(Giovanni). De cualquier
forma, el papel de los padres en esta película es ser despreciables
y mantenerse ausentes, de las madres ser ignorantes y de los hijos
ser víctimas. Hay que volver a ver La regla del juego
[La règle du jeu. Francia. 1939] de Jean Renoir para recordar que
todos tienen sus razones.
Yo no puedo estar más de acuerdo
con la postura política del film, que aspira a retratar y
criticar a quienes considera
responsables de la crisis económica que vivimos (incluso el
personaje de Carla lo dice, en su último plano frente al espejo).
Pero en su eficiencia narrativa el
guión se vuelve maniqueo:
dividiendo a los
personajes en buenos y malos
los confina a una sola
dimensión, escatima profundidad por abarcarlos en plano de conjunto
y nos consuela con la melodramática solución de que el amor puede
sortear todos los obstáculos y sobrevivir en ese ambiente hóstil al
conjunto de la vida
humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario