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miércoles, 30 de abril de 2014

El club de los desahuciados

Dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée, Dallas Buyers Club (o El club de los desahuciados como morbidamente fue traducida) es la biografía de Ron Woodroof, quien a principios de la década de 1980 fue diagnosticado con síndrome de inmunodeficiencia adquirida, sida.
En El club de los desahuciados Ron es un electricista texano, vaquero aficionado a las drogas, las prostitutas y los juegos de azar. Cuando le dan 30 días de vida se niega a aceptar el diagnóstico como sentencia de muerte y se lanza a México por fármacos no aprobados para su venta en Estados Unidos. Los medicamentos no sólo le funcionan, sino que se convierten en un negocio. Funda el “Club de compradores de Dallas” entre los que padecen la enfermedad y es todo un éxito.
El club de los desahuciados es una película de bajo presupuesto con el gran reto de lograr una atmósfera de los años 80 verosímil. Ello resulta crucial por que muchas veces pretende un tono casi de documental: Por un lado aparecen hechos relacionados con el inicio de la pandemia del sida muy conocidos por todos, como la muerte del actor Rock Hudson y otros quizá no tanto, como las protestas de los enfermos exigiendo un trato humano y eficiente a las autoridades sanitarias estadounidenses. De igual forma, el director Jean-Marc Vallée utiliza la cámara a hombro, identificable por su inestabilidad, para dar un sentido de que estamos ante hechos verdaderos y verificables.
El club de los desahuciados podría ser un ejemplo de que hasta el patán mas despreciable puede volverse un héroe de la comunidad, al momento de que la iniciativa orginalmente comercial de Ron se vuelve una cruzada para dar medicina a los que viven con una enfermedad que no se entendía y que está aún mezclada con profundos prejuicios.
El arco de transformación del protagonista interpretado por Matthew McConaughey es ideal para el cine estadounidense: el grosero y homófobo macho texano se convierte en un héroe de los derechos civiles denunciante de las farmacéuticas que, en medio de la crisis, venden dañinos medicamentos a costos altísimos. Quizá esto les pareció mas atractivo a los miembros de la academia darle un oscar que muchos pensamos era para Leonardo DiCaprio como el cínico Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street: Martin Scorsese. Estados Unidos, 2013). Claro, no se puede pasar por alto la transformación física de McConaughey, pero ganar un premio de la Academia no debería ser un asunto sólo de perder peso.
El club de los desahuciados arranca bien, de una manera interesante, la atmósfera está bien recreada y el personaje principal se enfrenta aterradoramente a su destino de morir. En una escena, por ejemplo, alucina quedarse solo con un siniestro payaso en un rodeo abandonado. Pero la película se extiende demasiado, los malos se vuelven demasiado malos y los buenos empiezan a volverse intachables. A los gringos parece gustarles mucho que sus películas se resuelvan en tribunales. Afortunadamente, en El club de los desahuciados sólo hay una escena en la corte. Pero eso no evita que el final se prolongue en exceso.
No se trata tampoco de un film demasiado original, sus procedimientos de cámara, edición y narrativos son bastante convencionales. Los logros de físicos de los actores ya los habíamos visto en los trabajos de Robert De Niro o Christian Bale. Pero aún así, con poco que aportar, El club de los desahuciados es una de las pocas opciones adultas en los cines invadidos aún por las vacaciones infantiles que ya terminaron.

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