Finalmente
llegó a la cartelera potosina El Gran Hotel Budapest. (The
Grand Budapest Hotel. Estados Unidos y Alemania. 2014). Todos
aquellos a quienes les gustó Moonrise Kingdon – Un reino bajo
la luna (Moonrise Kingdom. Estados Unidos. 2012) deben apurarse
si quieren ver en el cine la última película de su director, Wes
Anderson. A esta bella y original película - El Gran Hotel
Budapest - se le augura poco tiempo en pantalla. Trataré de
exponer argumentos.
Hay
algunos directores de cine que requieren de escasos segundos en
pantalla para que los espectadores reconozcan una película suya. Es
el caso de Wes Anderson, quien ha desarrollado un original estilo
visual, basado en ubicar a los personajes frente a la cámara,
generando encuadres simétricos y moviéndola rápidamente sobre su
eje y lentamente de forma vertical y horizontal. Sobre la estética
de la imagen en Anderson, se recomienda ampliamente el texto de DavidBordwell, cuyo link está activo sobre su nombre.
Los
personajes que pueblas las ficciones de Anderson tampoco son comunes.
Suelen ser escritores o artistas dotados de una inteligencia
extraordinaria pero incapaces de escapar de su jaula de melancolía.
El espacio donde se mueven también resulta singular. Wes Anderson
pertenece a ese tipo de directores obsesionados con la composición
del cuadro y con el diseño de los escenarios, como lo eran Stanley
Kubrick y Yasujirō Ozu y lo es por temporadas Lars von Trier.
Resultado
de esta obsesión, en el primero de los casos, son imágenes
autosuficientes, que parecen contener toda la película, en las que
es raro (si no imposible) encontrar un solo error de composición y
denotan un trabajo meticuloso, una lucha por imponer una mirada
propia en cada una de las imágenes de la película.
El
caso de los escenarios es mas singular el trabajo de Anderson. Desde
hace varios años ha renunciado al realismo. Los lugares donde
transcurren las acciones son como casas de muñecas. Abundan las
miniaturas y las imágenes generadas por computadora que emparentan
sus filmes, hechos con actores reales, con ciertas películas de
animación, no en balde ya ha realizado un proyecto con esa técnica
llamado El fantástico Sr. Zorro (Fantastic Mr. Fox. Estados
Unidos. 2009).
Wes
Anderson es de esos directores capaces de convocar a repartos
extraordinarios. La lista de caras famosas en El Gran Hotel
Budapest es abrumante: Ralph
Fiennes, F. Murray Abraham, Adrien Brody, Willem Dafoe, Harvey
Keitel, Jude Law, Bil Murray y Edward Norton forman parte de una
lista que en este caso no pretende ser exhaustiva.
Buscando defectos, se puede decir que la estructura dramática de El
Gran Hotel Budapest es la mas convencional que ha usado Anderson.
Sigue el modelo del hombre acusado de un crimen que no cometió que
debe demostrar su inocencia para conservar la libertad, el estatus
social y la vida.
Pero cuando vemos al personaje principal nos queda claro que no tiene
comparación en todo el cine actual, o por lo menos en el
estadounidense.
M. Gustav, interpretado por Ralph Fiennes es el gerente del Gran
Hotel Budapest, ubicado en un imaginario país del este de Europa en
el año 1932. Es un obsesionado con su trabajo: ningún detalle de
atención a sus huéspedes se le puede escapar. Además es un
declamador de poesía y práctica una gerontofilia gozosa.
Precisamente la pasión que le despiertan la provectas damas lo hacen
sospechoso cuando su amante de 82 años es asesinada. Los herederos
lo quieren fuera de la jugada y la policía va detrás de él.
Dicho
lo anterior podría parecer una película al estilo de Alfred
Hitchcock, pero el suspenso se rompe desde el principio, cuando uno
de los personajes principales nos narra la historia desde la vejez.
Aunque realmente, la película es narrada por dos personajes
distintos desde dos futuros diferentes. Una chica lee un libro
llamado El Gran Hotel Budapest en
un tiempo que podría ser el presente. En 1985, el autor cuenta la
historia de cómo lo escribió y mucho antes un protagonista de la
historia se la cuenta al escritor. Estos saltos en el tiempo en el
tiempo son reforzados por cambios en el aspecto de la imagen, que va
de las composiciones cuadradas (formato académico) hasta las
exageradamente alargadas (el cinemascope). Es un juego narrativo
complejo y original que debería explicarse y valorarse mas
detenidamente.
Pero la simple anécdota de la anciana muerta y del amante acusado de
asesinato es suficiente para armar una película convencional. Pero
El Gran Hotel Budapest no lo es. Los diálogos, por ejemplo,
están escritos con una complejidad poco habitual. Resultan tan
ampulosos como sus personajes, pero rompen la solemnidad maldiciendo
al final de elaboradísimas frases. Eso se le debe sumar a la cuenta
de riesgos que corre el director, mezclando formatos, exagerando los
colores de los escenarios y renunciando al realismo.
Para rematar sin agotar la película se debe por lo menos apuntar que
Anderson aborda un tema que es muy importante para nuestros tiempos y
nuestra realidad. El fiel aliado de Monsieur Gustav es Moustafa Zero
(Tony Revolori), un refugiado del norte de África que llega a Europa
huyendo de la guerra y se encuentra con los regímenes fascistas que
pretenden expulsarlo, pero también con el sugerente del personaje de
su novia, Agatha (Saoirse Ronan) la pastelera que tiene un enorme
lunar en la mejilla con la forma de un mapa de México.
Podemos
decir que cada película de Wes Anderson es un acontecimiento. Hay
pocos directores tan originales en el cine estadounidense. También
se puedo prever que El Gran Hotel Budapest se
colará a la lista de la mejores películas de 2014. Resulta digno de
comentario que haya llegado tan tarde y a tan pocas salas. De hecho
ni la Cineteca Nacional ni la Cineteca Alameda pudieron incluirla en
la última Muestra Internacional de Cine, donde debimos de verla
visto hace un par de meses.
Ahora
Cinépolis la estrena en pocas funciones, en medio de la vorágine
mundialista que también invade las pantallas de los cines, no
solamente los comerciales, sino también de los, así llamados,
circuitos de arte.
Entiendo que los partidos de la selección nacional son muchos mas
redituables que una película de Wes Anderson tanto para una empresa
como Cinépolis como para los políticos que dirigen la Cineteca
Alameda, la administración de la cultura y el gobierno del estado en
general. Pero el retraso en el estreno de El Gran Hotel Budapest
ha alejado a los cinéfilos que serían su público natural. El video
casero ya se estrenó a nivel internacional y hay muchas formas de
verla que los ansiosos admiradores de Anderson seguramente ya
agotaron.
Lástima, así se va muriendo el hábito de ver el cine todos juntos
en salas cinematográficas, de compartir asombros y gozos, generando además
vínculos solidarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario