A veces resulta difícil hablar de una película. Por un lado uno la
puede no sólo vivir, sino hasta padecer con intensidad inusitada.
Eso me pasa a mí, incluso en las peores películas de terror. Soy el
espectador ideal del género: generalmente muero de miedo al verlas.
Y sin embargo, los años de entrenamiento emitiendo juicios
cinematográficos (en charlas informales, salones de clase y medios
de comunicación) permiten hacer una evaluación. Pasada la
experiencia, viene la reflexión, surgen las virtudes del film y
también sus posibles interpretaciones.
El género de terror es muy complejo. Por un lado su principal
característica y obligación es hacerle pasar a uno por una
experiencia plena de angustia aderezada con sobresaltos. Es decir,
remite a la subjetividad. Lo que para uno es espantoso, a otro le
causa hilaridad. A la vuelta de los años, el efecto que produce la
película en el espectador puede cambiar. Además, el género se ve
sujeto a enormes presiones. Hay modas que luego se vuelven clichés o
incluso dan pie a subgéneros. Por ejemplo, el llamado “metraje
encontrado” o found footage que serían las películas de
terror armadas a partir de cintas (de cine o video) supuestamente
reales. El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch
Project. Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Estados Unidos, 1999) puso
de moda este procedimiento del metraje encontrado y desde entonces se
ha vuelto casi una plaga.
Además de estas “nuevas adiciones” al género del terror, están
las preocupaciones de siempre del género. Los sucesos incontrolables
por la humanidad y los límites del conocimiento nos producen
desazón. Los monstruos antinaturales y las presencias
incontrolables, como los fantasmas y los demonios, hacen lo propio.
Esto emparenta mucho las películas de terror con las del cine
fantástico.
Todo esto para hablar de Silencio del más allá (The Quiet
Ones. Dirección: John Pogue. Coproducción de Reino Unido y Estados
Unidos, 2014), película que ha sobrevivido de manera sorprendente en
la cartelera potosina, que tiene muy malas reseñas de aficionados en
internet y que ha sido ignorada por la crítica. Quizá esta última
circunstancia es la que me hace hablar de ella.
Silencio del más allá es una película producida por la
compañía inglesa Hammer. Los informados saben que este estudio
realizó una serie de películas de terror muy apreciadas en la
década de 1960 y 1970. En estos filmes eran presencias obligadas los
actores Christopher Lee y Peter Cushing.
El filme Silencio del más allá trata de un supuesto caso
verídico de posesión demoniaca que fue intervenido por un profesor
de la Universidad de Oxford en la década de 1970, llamado Joseph
Coupland (e interpretado por Jared Harris), quien estaba convencido
de que podía aislar la energía producida por su paciente y
extirparla como si fuera un tumor.
La paciente era una huérfana llamada Jane Harper (Olivia Cooke)
quien desarrolla poderes de telequinesis, es decir, habilidad de
mover objetos con la mente a partir de una relación con un supuesto
demonio llamado Evy. El profesor comanda a un grupo de estudiantes
universitarios, entre los que destaca Brian (Sam Claflin), un
camarógrafo católico que va registrando el proceso en cine.
La presencia de ese testigo fílmico es fundamental. Por un lado se
vuelve nuestro acceso a la historia, ya que a través de él
conocemos la anécdota. Brian, el camarógrafo, está presente en
casi todas las escenas. Cuando él toma la cámara se intercala este
punto de vista subjetivo (con una imagen mas cuadrada) con otro que
no representa la cámara, mas objetivo por que cambia de posición de
acuerdo a las necesidades dramáticas del relato.
Estos cambios de formato siguen siendo una novedad. Ya los habíamos
mencionado cuando escribimos sobre El gran hotel Budapest (The
Grand Budapest Hotel. Wes Anderson. Estados Unidos, Alemania, Reino
Unido, 2014). Pero en el caso de la película de Anderson,
representaban las rupturas temporales del relato. En Silencio del
más allá están mas integradas, se convierten en un complemento
de la memoria del personaje de Brian.
Entonces, nos podemos preguntar si Silencio del más allá es
una película de metraje encontrado. Mas bien juega con esas
convenciones. En un momento de la historia queda claro que el
material levantado en campo no pudo haber sobrevivido a los
acontecimientos. En sentido estricto, el único material encontrado
es el último plano. Más allá de que si se utiliza el recurso para
generar la inquietud sobre si los eventos son verídicos o no, lo
cierto es que el relato se ve enriquecido y se vuelve mas compleja la
puesta en cámara.
Por cierto, ya que se menciona el último plano de Silencio del
más allá (y sin voluntad de adelantar la trama, de ahí lo
parco del comentario) sugiero que aquí se emparenta la película con
una de las fundadoras del género, El gabinete del doctor Caligari
(Das Cabinet des Dr. Caligari. Robert Wiene. Alemania, 1920).
Volviendo a la cámara que participa como personaje en Silencio
del más allá, es interesante que el operador sea un católico,
quien ve desde su cámara la presencia de una entidad sobrenatural y
contrapone su visión con la del científico, el profesor
Coupland. Éste último trata de imponer un punto de vista
prefabricado, una teoría sobre los propios eventos, donde la
explicación es mas importante que la evidencia misma.
El asunto está en el corazón mismo de las discusiones científicas
de actualidad, donde las grandes teorías han quedado desacreditadas
ante las explicaciones particulares de cada fenómeno, que exigen en
su diversidad fluir mas libremente en el pensamiento. No es cualquier
cosa que una película de género aborde esta temática o sea síntoma
de las discusiones científicas actuales. Pero quizá por ello
sobreviven estas películas, por que vamos encontrando en ellas las
angustias del tiempo que nos ha tocado vivir.
Considero, mas allá de la angustia permanente y los sobresaltos que
me provocó, sobre todo el afortunado diseño sonoro de Silencio
del más allá, que es una película que todo aficionado al
género debe ver y que puede ser interpretada de una manera mas
profunda de lo que se supone.
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