Antenoche estaba terminando el período vacacional de la Semana Mayor
cuando, casi bajándome del camión en el que regresé a la ciudad,
me enfilé a la Cineteca Alameda para ver el documental mexicano Un
día en Ayotzinapa 43 (México, 2015). La película del cineasta
Rafael Rangel se exhibió durante cuatro días en el recinto de
Universidad y Constitución. El director estuvo presente en una de
las funciones.
Es realmente relevante el hecho de que Cineteca Alameda haya
programado el film a razón de tres funciones diarias, aunque el
número de jornadas no abarcara una semana completa. Esta actitud lo
hace parecer casi un cine “normal” de esos que abren todos los
días y siempre proyectan películas.
Creo que películas como Un día en Ayotzinapa 43 son del tipo de las
que deberían de verse en la cineteca de San Luis Potosí, ya que se
trata de un documental filmado con bajos recursos, formalmente no
convencional, que aborda un hecho clave en este momento que vivimos
como país y que jamás llegaría a una sala de esas que llamamos
comerciales.
En el Distrito Federal la película cumplió ya un mes en la
cartelera de la Cineteca Nacional. ¿Cuál es la diferencia con San
Luis Potosí? No es tanto un asunto demográfico, es decir, de la
diferencia entre los tamaños de ambas poblaciones, que es inegable.
El contraste radica en el hecho de que Cineteca Nacional ha formado
de manera constante (y a lo largo de muchos años) audiencias
ansiosas de ofertas fílmicas alternativas.
Un elemento clave en esta formación de públicos es la realización
y distribución del Programa Mensual de la Cineteca Nacional: un
libro de pequeño formato que no sólo contiene la cartelera, sino
también un conjunto de textos que permiten contextualizar temática
y formalmente cada una de las películas que son exhibidas.
Grata sería mi sorpresa al encontrar en la taquilla de Cineteca
Alameda un folletito llamado La Claqueta, editado por esa institución
y con contenidos cinematográficos. Se trata de una publicación de
distribución gratuita, con un tamaño de un cuarto de oficio, lo
cual la hace muy práctica de cargar y muy fácil de perderse o
desecharse intencionalmente. El asunto del formato no es menor, sobre
todo cuando tomamos en cuenta que un momento clave para leer este
tipo de textos es cuando se espera el inicio de la película.
Naturalmente la iluminación de un cine no es la de una sala de
lectura. Pero si la impresión de La Claqueta fuera más clara, con
tipografía más grande y con fondos contrastados, sin imágenes de
fondo, podría ser legible incluso manteniendo su tamaño.
La portada, contraportada y tercera de forros de La Claqueta
reproducen pósters de películas próximas a exhibirse. La segunda
de forros tiene un índice, lo cual me parece un desperdicio tomando
en cuenta lo pequeño de la publicación que apenas llega a 18
páginas numeradas.
El número 2 de La Claqueta (con fecha de portada de Abril de 2015)
incluye 4 textos sobre películas. Hay uno sobre Un día en
Ayotzinapa 43, tomado del Programa Mensual de la Cineteca Nacional.
Otro sobre Ida, el filme de Pawel Pawlikowski (Polonia, 2014),
escrito por el experto en cine y maestro Oscar Rodríguez Gómez.
También hay uno sobre el Cine Infantil y el Mundo Digital y otro más
sobre el cine de culto. Me concentro en éste último.
El Cine de Culto o la Mitificación de lo Disfuncional, el artículo
firmado por Abraham Reyes trata de justificar la programación de la
Segunda Semana de Cine de Culto que presentará la Cineteca Alameda.
De entrada es una buena idea porque el concepto es escurridizo.
Aunque después de leerlo no termino de encontrarle una razón a la
programación que incluye, entre otras, La edad de oro [L'âge
d'or. Francia. 1930], Orgía de horror y locura [The
Rocky Horror Picture Show. Estados Unidos. 1975] e Identidad
peligrosa [The Big Lebowski.
Joel Coen. Estados Unidos y Reino Unido. 1998]. Algunas
de esas películas
además son anunciadas con
títulos no oficiales como “El gran Lebowski”.
El texto de Abraham Reyes jamás
atina en definir con mediana claridad qué es una película de culto,
utiliza términos confusos como el de “baja producción”, que
probablemente quiere decir producción de bajo presupuesto y menciona
un título tras otro sin acabar de otorgarles sentido. También pasa
de un argumento histórico de exhibición a uno de producción de
manera injustificada y confusa. Aunque hay que reconocer el mérito
de referirse a otro texto: eso impulsa al público lector,
si
llega hasta el final de la lectura, a
proveerse de su propio conocimiento.
Estoy consciente del esfuerzo que
implica armar una publicación. Pero ya que se está haciendo hay que
procurar ser rigurosos a la hora de escribir, seductores al momento
de presentar las películas, claros cuando
toque diseñar y siempre
conscientes de que todos
estos aspectos sumados facilitan la lectura y estimulan el gusto por
el cine. Reitero: una publicación como La Claqueta es clave en
cualquier esfuerzo tendiente a construir un público que entienda y
exija películas como Un día en Ayotzinapa 43
y que en
algún momento pueda llenar
continuamente una o varias salas de cine.
Por otra parte pienso
que la Cineteca Alameda y la
Secretaría de Cultura del gobierno estatal debe
aclarar qué significa el que
la hayan designado sede
de la Orquesta Sinfónica de San Luis Potosí tal y como se anunció en días pasados vía la prensa local. Yo
tengo un par de dudas: ¿interferirán las actividades de la orquesta
sinfónica con la proyección de películas? ¿Las adecuaciones al
aforo, el lobby y los baños de la Cineteca Alameda (que han
descuidado la proyección y el sonido) fueron hechas pensando en los
conciertos de la Sinfónica?
Ojalá que no. Mejor aún: ojalá
que no sea cierto el cambio de sede de la Sinfónica de San Luis.
Porque la función central del Cine Teatro Alameda es ser la Cineteca
del Estado de San Luis Potosí. Cualquier otra actividad es
secundaria y no debe interferir con sus objetivos de fomento y
apreciación del arte cinematográfico.
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