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lunes, 6 de abril de 2015

Resucitados


Nada me resulta más arduo que las películas como Resucitados [Título original: The Lazarus Effect. Dirección: David Gelb. País: Estados Unidos. Año: 2015]. Los filmes de horror, los thrillers o “las películas de miedo” pertenecen a un género con formas y contenidos bien definidos. Pedirle a una película de terror originalidad absoluta carece de sentido. Y evaluarla por el efecto que produce en el público es algo muy subjetivo.
El título original de Resucitados se traduce literalmente como “El efecto Lázaro”. La referencia es bíblica. En los evangelios se narra cómo Jesús trajo de entre los muertos a su amigo Lázaro. Hay muchas interpretaciones de esta historia. De momento me interesa señalar que esa operación, que trasgrede las fronteras de la vida y la muerte, fue realizada por dios hecho hombre.
Esta idea está presente en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo escrita por Mary Shelley y publicada en 1918. La idea del científico que es castigado por no respetar el tabú de la muerte acompaña a la literatura desde hace casi 200 años y al cine prácticamente desde su nacimiento (las adaptaciones del - y las referencias al - mito de Frankenstein en la pantalla fílmica son numerosas. Aquí un artículo con una interesante perspectiva al respecto).
Resucitados vuelve a tratar este tema. Uno ya no sabe si esto ocurre por que a pesar del tiempo sigue siendo pertinente o debido a la falta de imaginación de los realizadores fílmicos. Lo cierto es que en esta película es la ciencia médica, con su conocimiento adquirido de las glándulas y la actividad cerebral, la que puede regresar de la muerte primero a animales y después a personas.
Lo fascinante de los géneros cinematográficos son las variaciones. Al igual que en el jazz los cineastas pueden ser ejecutantes virtuosos capaces de reconstruir piezas muy escuchadas dándoles formas distintas construidas sobre su estructura básica. Esta idea la sugieren Martin Scorsese y Michael Henry Wilson en su libro Un recorrido personal por el cine norteamericano quienes otorgan a estas variaciones, cuando son vistas a lo largo del tiempo, el valor de ser testimonio de los cambios sociales.
Los médicos de 2015 en el filme Resucitados se vuelven dioses. O al menos eso es lo que creen. Y han de pagar por ello un precio altísimo. La autosuficiencia con la que operan la tecnología deja de lado aspectos del inconsciente que afloran cuando los hechos se precipitan. Resucitados insiste en imágenes de lo siniestro, de la culpa y la identidad fragmentada, como en los planos en los que la protagonista (interpretada por la bella Olivia Wilde) se mira en el espejo tras la resurrección y ya no encuentra su rostro.
David Gelb, el director de Resucitados no sólo actualiza tecnológicamente la trama del mito de Frankenstein, sino que la mezcla con una concepción entre religiosa y científica sobre el infierno que resulta bastante pesimista y ofrece las mejores escenas de la película, como son las del incendio que representa un infierno individual con capacidad de expansión.
Como muchas otras películas Resucitados mezcla elementos de cine fantástico y ciencia ficción presentados con una forma que pretende debilitar la estabilidad emocional del espectador. Y es que en el cine de terror no sólo sufren los personajes sino también los espectadores, como bien dice Martin Rubin en su libro Thrillers.
Ahí es donde se vuelve más compleja la evaluación. La misma escena que a un asistente a la sala cinematográfica lo paraliza de miedo al vecino de butaca lo puede obligar a retorcerse de risa. Un parámetro (muy elemental y difícilmente generalizable) es la observación atenta en la medida de lo posible de las reacciones del público. Resucitados tarda un poco en someter al espectador en el rigor el miedo. El guión comienza a producirlo de la mitad para adelante. Si uno no está en una sala con un público ansioso y parlanchín eso no debería generar problemas. También podría criticarse, a nivel narrativo, que la historia se queda con algún cabo suelto, que al paso de las horas uno termina por considerar no demasiado relevante.
Más importante me parece la buena factura del film sobre todo al momento de iluminar los escenarios. Los protagonistas pasan la mayor parte del tiempo encerrados en un laboratorio que va perdiendo sus fuentes de luz y eso le permite al cinefotógrafo Michael Fimognari (el mismo de Oculus: el espejo siniestro [Oculus. Mike Flanagan. Estados Unidos. 2013]) jugar con sombras y bajas exposiciones de forma muy eficiente.
Pero entiendo que para otro público, más expuesto al cine de terror no hollywoodense (como el japonés o el coreano) o para seguidores de subgéneros verdaderamente sangrientos y viscerales, Resucitados puede resultar demasiado condescendiente con las convenciones clásicas.
Lo que puedo decir es que la película me resulta no del todo impecable pero de una buena factura que podría defender porque me ha proporcionado momentos que encuentro cinematográficamente creativos y temáticamente inquietantes, aunque reconozco y recalco que las ideas fundamentales del film no son demasiado originales y que de hecho es en un pegote de muchas películas, una suma que por cierto no deja de parecerme atractiva.
Finalmente el apunte más personal que puedo hacer es que sí me dio mucho miedo en más de una ocasión. Reitero: yo no soy un buen referente. Sufro bastante en este tipo de películas. O mejor dicho, sufro en casi todas las películas de este tipo. Dicho sea esto teniendo en cuenta notables excepciones como cierto churrazo sobre una muñeca diabólica llamada Annabelle [John R. Leonetti. Estados Unidos. 2014].

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