La búsqueda de títulos interesantes incluso en una cartelera
pequeña como la de San Luis Potosí debe hacerse con lupa. De no
poner atención al detalle pasa desapercibida la presencia de la
película Tocando la luna [Título
original: Flores Raras. Dirección: Bruno Barreto. País: Brasil.
Año: 2013] que resulta
interesante al menos por tres razones.
Primero: es una película brasileña,
aunque sea hablada en inglés. Esto es símbolo de la ardua
globalización del cine
latinoamericano, cuyos talentos a nivel fílmico no pueden ser
ignorados por la gran industrial mundial del cine que es Hollywood.
El director Bruno Barreto
tuvo una cierta notoriedad y éxito con Doña Flor y sus
dos maridos [Dona Flor e Seus
Dois Maridos. Brasil. 1976] y su filme Cuatro días en
septiembre [O Que É Isso,
Companheiro?. Brasil y Estados Unidos. 1997] fue nominado al Oscar
como mejor película de habla no inglesa.
Segundo: Tocando la luna
es un filme biográfico sobre la
reconocida escritora estadounidense Elizabeth Bishop, que es
interpretada por Miranda Otto. Bishop fue poeta y traductora al
inglés de poesía, incluyendo
parte de la obra de Octavio
Paz.
Tercero:
la película aborda directamente la homosexualidad de su personaje
central. El cine que aborda
las relaciones amorosas y físicas entre personas del mismo sexo
sigue siendo una rareza en las carteleras comerciales. Vale la pena
hablar de la forma que utiliza el director para abordar la historia.
La película arranca con el viaje de
la escritora a Brasil. Elizabeth Bishop intenta escribir poemas y
éstos no terminan de cuajar en los Estados Unidos en la época de
Eisenhower. A la neurótica y reprimida escritora que
proveniente de la fría Nueva
York, América del Sur
se le manifiesta como un golpe de calor. La sensualidad está a flor
de piel y además es recibida en casa de la arquitecta Lota De Macedo
Soares, interpretada por Gloria
Pires.
Lota sería la amante de Bishop
durante muchos años. La anécdota
de Tocando la luna
está centrada
en su relación. Lota de Macedo era parte de las familias reconocidas
de Brasil y se movía en círculos políticos de primer orden. Fue
muy influyente en la creación de la obra pública en Río de Janeiro
y como
arquitecta
introdujo conceptos modernos en Brasil.
Lota de Macedo construyó
una casa extraordinaria,
ubicada en medio de una cañada y
alejada
de la ciudad para poder vivir
en pareja con Mary (Tracy Middendorf). La llegada de Elizabeth
modifica las relaciones, cambia
el
espacio y finalmente transforma su vida. Uno de los aspectos que más
me llaman la atención de Tocando la luna
es la manera en que aborda a las llamadas nuevas familias. En este
caso se trata de
un núcleo conformado únicamente por mujeres que adoptan a una bebé.
Cada una de ellas asume un rol. Se autodefinen como abuela, madre y
tía.
Este es un tema central en nuestros
tiempo. La multiplicidad configurativa de las nuevas relaciones
parentales es innegable. ¿Cómo aborda Barreto esta diversidad? El
director filma su película de manera bastante convencional. Crea una
anécdota clara, aborda el tiempo y el espacio de una forma clásica
y por lo tanto legible para la mayor parte de los espectadores.
Uno pensaría que, para un nuevo
tipo de relaciones humanas, es necesario crear una forma novedosa
de representación
cinematográfica,
ajena
a la
que siempre ha contado
historias de amor
heterosexuales. Barreto filma su película de forma tal que no es
diferente al de otras
películas. Otros cineastas,
como Julián Hernández, han
explorado formas fílmicas novedosas para exponer el amor entre
hombres en películas como Mil
nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor
[México. 2003] y Rabioso sol, rabioso cielo [México. 2009].
La intención de
Barreto puede ser mostrar o
demostrar que los dramas humanos no son diferentes a causa de la
orientación sexual. Cuando el entorno social no es opresivo (cuando
se construyen espacios diferentes)
entonces las historias de las personas son las mismas. Viven el drama
de los celos, los momentos apasionados, los triunfos con alegría,
las debilidades que se transforman en adicciones. Se vuelven una
historia como cualquier
otra.
Desde luego, esta es toda una
posición política. No es la única posible, pero es una forma de
exponer a los personajes y hacernos entender el momento en el que
vivieron, así como lo frágil que pueden resultar las personalidades
creativas que se atreven a viajar a las partes oscuras y profundas
del sufrimiento humano.
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