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lunes, 27 de abril de 2015

Tocando la luna


La búsqueda de títulos interesantes incluso en una cartelera pequeña como la de San Luis Potosí debe hacerse con lupa. De no poner atención al detalle pasa desapercibida la presencia de la película Tocando la luna [Título original: Flores Raras. Dirección: Bruno Barreto. País: Brasil. Año: 2013] que resulta interesante al menos por tres razones.
Primero: es una película brasileña, aunque sea hablada en inglés. Esto es símbolo de la ardua globalización del cine latinoamericano, cuyos talentos a nivel fílmico no pueden ser ignorados por la gran industrial mundial del cine que es Hollywood. El director Bruno Barreto tuvo una cierta notoriedad y éxito con Doña Flor y sus dos maridos [Dona Flor e Seus Dois Maridos. Brasil. 1976] y su filme Cuatro días en septiembre [O Que É Isso, Companheiro?. Brasil y Estados Unidos. 1997] fue nominado al Oscar como mejor película de habla no inglesa.
Segundo: Tocando la luna es un filme biográfico sobre la reconocida escritora estadounidense Elizabeth Bishop, que es interpretada por Miranda Otto. Bishop fue poeta y traductora al inglés de poesía, incluyendo parte de la obra de Octavio Paz.
Tercero: la película aborda directamente la homosexualidad de su personaje central. El cine que aborda las relaciones amorosas y físicas entre personas del mismo sexo sigue siendo una rareza en las carteleras comerciales. Vale la pena hablar de la forma que utiliza el director para abordar la historia.
La película arranca con el viaje de la escritora a Brasil. Elizabeth Bishop intenta escribir poemas y éstos no terminan de cuajar en los Estados Unidos en la época de Eisenhower. A la neurótica y reprimida escritora que proveniente de la fría Nueva York, América del Sur se le manifiesta como un golpe de calor. La sensualidad está a flor de piel y además es recibida en casa de la arquitecta Lota De Macedo Soares, interpretada por Gloria Pires.
Lota sería la amante de Bishop durante muchos años. La anécdota de Tocando la luna está centrada en su relación. Lota de Macedo era parte de las familias reconocidas de Brasil y se movía en círculos políticos de primer orden. Fue muy influyente en la creación de la obra pública en Río de Janeiro y como arquitecta introdujo conceptos modernos en Brasil.
Lota de Macedo construyó una casa extraordinaria, ubicada en medio de una cañada y alejada de la ciudad para poder vivir en pareja con Mary (Tracy Middendorf). La llegada de Elizabeth modifica las relaciones, cambia el espacio y finalmente transforma su vida. Uno de los aspectos que más me llaman la atención de Tocando la luna es la manera en que aborda a las llamadas nuevas familias. En este caso se trata de un núcleo conformado únicamente por mujeres que adoptan a una bebé. Cada una de ellas asume un rol. Se autodefinen como abuela, madre y tía.
Este es un tema central en nuestros tiempo. La multiplicidad configurativa de las nuevas relaciones parentales es innegable. ¿Cómo aborda Barreto esta diversidad? El director filma su película de manera bastante convencional. Crea una anécdota clara, aborda el tiempo y el espacio de una forma clásica y por lo tanto legible para la mayor parte de los espectadores.
Uno pensaría que, para un nuevo tipo de relaciones humanas, es necesario crear una forma novedosa de representación cinematográfica, ajena a la que siempre ha contado historias de amor heterosexuales. Barreto filma su película de forma tal que no es diferente al de otras películas. Otros cineastas, como Julián Hernández, han explorado formas fílmicas novedosas para exponer el amor entre hombres en películas como Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor [México. 2003] y Rabioso sol, rabioso cielo [México. 2009].
La intención de Barreto puede ser mostrar o demostrar que los dramas humanos no son diferentes a causa de la orientación sexual. Cuando el entorno social no es opresivo (cuando se construyen espacios diferentes) entonces las historias de las personas son las mismas. Viven el drama de los celos, los momentos apasionados, los triunfos con alegría, las debilidades que se transforman en adicciones. Se vuelven una historia como cualquier otra.
Desde luego, esta es toda una posición política. No es la única posible, pero es una forma de exponer a los personajes y hacernos entender el momento en el que vivieron, así como lo frágil que pueden resultar las personalidades creativas que se atreven a viajar a las partes oscuras y profundas del sufrimiento humano.

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