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lunes, 27 de abril de 2015

Sala Lupe Vélez: cara, deficiente y poco respetuosa

El día de ayer asistí por vez primera a una proyección cinematográfica en la Sala Lupe Vélez, anexo de la Cineteca Alameda, la sala cinematográfica (que ahora se imagina como un conjunto) a cargo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de San Luis Potosí.
Hace más de un año fui ahí por primera vez, invitado por el Rodando Film Fest, para impartir una conferencia sobre cine mexicano. Yo esperaba encontrar serias modificaciones en el espacio ahora que empieza a utilizarse para proyectar películas de estreno ya que, desde entonces, no tenía noticias de que hubiese sido usada nuevamente.
Me sorprendió que en Cineteca Alameda decidieran usar la Sala Lupe Vélez para las últimas proyecciones de una película tan importante como Ida [Dirección: Pawel Pawlikowski. Coproducción de Polonia, Dinamarca, Francia y el Reino Unido. Año: 2013] que ganó el premio de la Academia Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood a mejor película de habla no inglesa y estuvo nominada en el rubro de cinefotografía. Ida es una película que “podría tildarse de prodigiosa”, escribió Óscar Rodríguez en el segundo número de La Claqueta (fecha de portada: Abril 2015) la publicación de Cineteca Alameda.
Entonces: ¿por qué darle a la película una proyección tan deficiente, tan poca respetuosa de la obra y de la experiencia del público? Trataré de dar respuesta después de justificar, con una pequeña narrativa, mi afirmación implícita en la pregunta.
Para ingresar a una proyección en la sala alterna de la cineteca de San Luis Potosí hay que comprar el boleto en taquilla. Este tiene un costo de 40 pesos (25 para estudiantes y para el público en general los jueves), igual que el ingreso a la sala principal. En esta ocasión no había servicio de dulcería. El ingreso a la Sala Lupe Vélez se ubica en la calle de Vicente Guerrero, en el lado norte de la Cineteca Alameda. Luego de comprar el boleto hay que caminar una cuadra por Constitución, torcer a la izquierda y caminar otra media cuadra. Ojalá nunca me toque hacer eso en una tarde de lluvia.
En el ingreso a la sala no hay una señalética exterior que la identifique. Peor aún, no hay siquiera un número que identifique al domicilio. Pero si uno tiene suerte seguramente será la única puerta abierta en gran parte de la cuadra. Para ingresar hay que subir un buen número de escalones. Antes de hacerlo nos recibe una placa, que deja bien claro qué instituciones pagaron la remodelación de la Cineteca. Es una superficie de apariencia brillante, como metálica, profesionalmente hecha. El nombre de Lupe Vélez, por el contrario, está impreso en una hoja de papel blanco y con tinta negra.
Hay un par de puertas para atravesar un vestíbulo donde no hay nada más que accesos que conducen a minúsculos baños. Ojalá nadie haya ocupado el papel en el sanitario de varones, por que le hubiera sido complicado cargar y cortar el rollo enorme ubicado sobre el depósito de agua.
La sala en si misma tiene piso de madera. Las sillas (que no butacas, 24 en total) no están ubicadas a desnivel, de tal forma que, desde que se sentó una pareja delante de mi, el cuadro de la película era recortado por las siluetas de sus cabezas. Afortunadamente estábamos sólo 8 personas sino no hubiera visto nada. Las sillas son plegables y agradecí que la película fuera corta, pues quién sabe si hubiera aguantado la incomodidad de los asientos.
El equipamiento de la Sala Lupe Vélez incluye aire acondicionado y persianas para tapar el paso de la luz. Estas funcionan relativamente bien, sin bloquear la claridad al 100 por ciento. El mayor problema es que a los lados del espacio de proyección (donde debería haber una pantalla) hay dos ingresos sin puerta a otro espacio lleno de claridad. El espacio seguramente funciona mejor de noche. Pero poco antes de las 20:00 horas, cuando terminó el film, había demasiada luz.
No sé exactamente cuál sea la definición ni la luminosidad del cañón. Por tratarse de una sala pequeña parece no tener mayor problema, aunque no parece un aparato construido para la proyección cinematográfica. Podría verse mejor si hubiera una pantalla. La imagen se proyecta directamente sobre una pared.
La amplificación del sonido recae en un conjunto de bocinas mal ubicadas. Al frente sólo queda el canal central y, a los lados, están los canales izquierdo, derecho y los traseros. La película la he visto tres veces: en Cineteca Nacional, en video casero y en la Sala Lupe Vélez. La peor experiencia ha sido en esta última: se perdió en gran medida el diseño sonoro de Ida, que se aprecia incluso mejor en la humilde casa de Ustedes.
El colmo de esta función fue que no se respetó el formato original de la película, cuya proporción de imagen es más bien cuadrada: el llamado formato académico de 1 de altura por 1.33 de ancho. Cuando empezaba la proyección de Ida manipularon el equipo y distorsionaron la imagen, como lo hacen en las tiendas departamentales para que la imagen de la televisión ocupe todo el espacio de las pantallas. La proyección de la Cineteca Alameda en la Sala Lupe Vélez tiene la misma lógica que la de las tiendas Elektra.
Los fotógrafos de cine le llaman a esto “torturar la imagen”. Es una falta de respeto a la concepción original de la obra, es una manipulación que sólo se entiende por la ignorancia y el desinterés. Es muy grave por que la Cineteca Alameda debería promover una cultura cinematográfica que incluyera la apreciación de las películas de la mejor manera posible.
El cine es un evento, dice Rick Altman. Cada proyección es una experiencia que define, con sus características técnicas, la forma en que el espectador accede a las películas. Y en la cineteca de San Luis han proporcionado una mala experiencia, cara y sin ningún carácter profesional. Ojalá no sean ciertos los rumores de que la proyección de las llamadas “películas de arte” serán confinadas a la Sala Lupe Vélez. Ir ahí es una invitación a no regresar jamás a la Cineteca Alameda.

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