Translate

lunes, 22 de septiembre de 2014

Cantinflas


Cantinflas (México, 2014), el segundo largometraje del realizador Sebastián del Amo, es una desproporción en si misma. Pareciera que Televisa está empeñada en demostrarnos que el cine mexicano de la llamada época de oro y el actual son similares, que con todo y nuestras deficiencias industriales y la pobre exhibición de las películas mexicanas, estamos hoy a la altura de los viejos mitos de la identidad nacional fílmica, a los que por cierto, les hace falta una repasada crítica.
Los medios le han dado mucha cuerda al supuesto escándalo de que el actor español Óscar Jaenada haya interpretado a Mario Moreno “Cantinflas”, pero tomando en cuenta el resto del elenco ello no resulta sorprendente. Para hacer los papeles de actores tan importantes como Fernando Soto “Mantequilla” y Andrés Soler se escogieron a histriones mexicanos como Adal Ramones y Otto Sirgo, que no tienen mérito mas allá de la popularidad televisiva. Y eso por no hablar de las improbables similitudes entre Bárbara Mori y Elizabeth Taylor. Si estás fueron cartas fuertes del elenco mexicano, no queda mas que recordar la frase de Fidel Velázquez respecto a que “la caballada está flaca”.
Este año, cuando dos mexicanos han ganado tres premios Oscar, parece resurgir la necedad de los emporios comunicacionales de nivelar la mega industria hollywoodense con los procesos artesanales de hacer cine en México. Desproporción evidente. Ilusión no sé si deseable. Mito genial, finalmente. La película biográfica de Cantinflas tiene como eje la filmación y la recepción del primer proyecto hollywoodense de Mario Moreno, La vuelta al mundo en 80 días (Around the World in Eighty Days. Director Michael Anderson. Estados Unidos, 1956) en la que Cantinflas pasa, según el guión de del Amo y de Edui Tijerina, de ser una presencia secundaria a compartir estelar con David Niven vía la supuesta intervención de Charles Chaplin (Julian Sedgwick).
Esta anécdota, que realmente está centrada en el personaje del productor estadounidense Michael Todd (Michael Imperioli), se alterna, sin justificación evidente, con otra línea narrativa que va de las primeras experiencias actorales de Mario Moreno a su ascenso como líder del sindicato de actores, pasando por sus crisis matrimoniales.
Sebastián del Amo tiene bastante talento, eso quedaba claro desde su ópera prima El fantástico mundo de Juan Orol (México, 2012), donde recreó un ambiente de época al cual no se le puede poner peros. Lo mismo hace en su segunda película, aunque no termine de encontrar la manera de lograr la unidad de sus dos relatos. También, hay que decirlo, muchos méritos creativos se ven disminuidos ante la reiterada puesta en pantalla de fragmentos de películas de Cantinflas, donde actores como Óscar Jaenada y Luis Gerardo Méndez tienen oportunidad de demostrar que pueden imitar perfectamente a sus modelos respectivos (Méndez interpreta a Estanislao Shilinsky).
No hay innovación en términos cinematográficos. La película está contada, filmada y editada de manera convencional y clara. En apenas una escena, Sebastián del Amo se permite proponer algo, cuando la esposa de Mario Moreno (Valentina Ivanova interpretada por Ilse Salas) cierra los ojos y de alguna manera ve a su esposo convertirse por primera vez en Cantinflas. Pero hasta ahí. La película termina siendo la historia de un hombre que pasa de la pobreza al poder aferrándose a los valores familiares mas tradicionales. Es decir, no propone nada perturbador a nivel temático ni estético.
El mas cacareado estreno mexicano de la temporada termina siendo una extensión de las transmisiones televisivas de las películas de Cantinflas. Es como una llanta a medio inflar por la imposibilidad de las “estrellas fílmicas” mexicanas actuales de igualar a las leyendas de la época de oro, ya que su recurrente aparición termina haciendo de su identificación un reto para el espectador. De hecho, si no fuera por que Cantinflas lo identifica a grito pelado, trabajo cuesta darse cuenta de que el papel de Joaquín Cossío es el de Emilio Fernández, cuya presencia es tan breve como injustificada.
Cantinflas es un sueño de opio. La alucinación de un cine que no puede ni debe aspirar al pasado. Que debería establecerse firmemente en el presente, donde están sus temas y preocupaciones. Pero tomando en cuenta que el país ha regresado, políticamente hablando, a las peores épocas de un pasado autoritario y represivo, tampoco es de extrañar esta visión regresiva y reaccionaria del cine mexicano, que raya con el nacionalismo chocante y que es impulsada por Televisiva.
Una última confesión: si hubiera sabido que la película tenía una canción de Aleks Syntek jamás hubiera ido a verla. Mal por mi que no me informé adecuadamente. Aunque hay que reconocer el atisbo de un acierto para la exhibidores. La gente abandona mas rápidamente la sala en cuanto se escucha la voz fingida del “cantante# y sus versos carentes de lógica y creatividad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario