Translate

jueves, 25 de septiembre de 2014

Realidades de humo

En un hecho inusitado para la cartelera cinematográfica potosina se exhibió el largometraje de ficción Realidades de humo (Joaquín Ortiz Loustanau. México, 2014) el mismo día que los documentales Huicholes, Los últimos guardianes del peyote (dirigida por Hernán Vilchez y como parte de de la exposición “Mundo wixárika”) y Unión - Larga vida (Union Fürs Leben dirigido por Rouven Rech en la función inaugural del tercer Festival CineMA). Todos los eventos contaron con la participación, de una u otra manera, de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de San Luis Potosí. No deja de sorprender la capacidad de la Secult para dividir al público, privándolo de acceso a la oferta cinematográfica al momento que el espectador debe escoger cualquiera de las tres películas empalmadas, que bien se pudieron proyectar en otras fechas.
Apropiándome del recuento, la investigación y el relato del cine hecho en San Luis Potosí, decidí ir a ver Realidades de humo, que además se presentó en el marco del Festival Internacional de Cine de San Luis Potosí, entidad cuyo funcionamiento nunca he entendido, ya que al parecer en lugar de programar bloques de películas en fechas específicas mas bien “poleniza” la cartelera de todo el año, haciendo que surjan funciones de cine como si fueran flores que crecen de mes en mes. Mal tino en el mejor de los casos. Muestra de falta de solidaridad con los otros festivales de la ciudad, en especial con el CineMA, en el peor de los ellos. Que cada quien saque su conclusión de un asunto que escapa a mi entendimiento.
Trataré de concentrarme en el largometraje de Joaquín Ortiz Loustanau, entusiasta realizador autodidacta, profesor del Centro de las Artes San Luis Potosí Centenario (Ceart), cuyo mayor mérito (y no es menor) es haber levantado el proyecto y haberlo llevado a su fin. En la presentación alguien se refirió a la “industria” cinematográfica potosina. Sin duda lo hizo desde el desconocimiento profundo de los métodos artesanales que usan quienes hacen proyectos fílmicos en nuestra ciudad, en particular, y en la nación en su conjunto.
Una industria tiene la capacidad para realizar una película tras otra e incluso varias al mismo tiempo, generalmente con una organización sofisticada de sus recursos humanos, materiales y financieros. El modelo de producción artesanal, por el contrario sólo puede hacer un película a la vez y, en ocasiones, hay grupos de cineastas que ponen en juego habilidades y recursos una única ocasión para un sólo film. Este último es el caso de los productores potosinos, quienes terminan muchas veces haciendo grandes proezas para terminar y proyectar una película.
Realidades de humo está basada en una historia original de María Zaragoza. Su adaptación, escritura del guión, edición y dirección estuvieron a cargo de Joaquín Ortiz Loustanau. Evaluar la la manufactura del guión es algo muy complejo, ya que gran parte de la película resultó inaudible.
Esto se puede explicar de dos maneras. La primera tendría que ver con la deficiente sonorización con que cuenta la Cineteca Alameda, ampliamente comentada en este espacio. Sin embargo se han proyectado otros proyectos artesanales potosinos que han resultado perfectamente audibles, por ejemplo Peyote (Omar Flores Sarabia. México, 2014. Con Omar Blanco y Juan Manuel Ramírez en el departamento sonoro). Si uno no quiere quitar de la ecuación las deficiencias de la Cineteca Alameda (lo cual no sería razonable), debería escuchar con atención el trabajo que en Realidades de humo realizaron Memo Mena y Christian “Kore” Saldaña, quienes firman a la cabeza del departamento de audio de la película.
En Realidades de humo se percibe demasiado alto el sonido ambiente, al grado de resultar inverosímil para interiores. También la voz femenina pierde presencia, dejando en primer plano la masculina, seguramente captadas ambas por el mismo micrófono. También se hizo una selección muy riesgosa de las locaciones. La mayor parte de la película transcurre en un departamento que se ubica cerca de una vía muy transitada, que podemos inferir se trata del periférico de la capital potosina. Cuando se escoge una locación ruidosa como ésta hay que suspender el tránsito cuando se filma (algo imposible en la producción artesanal a cargo de Ronnie Medellín). O bien hay que aislar el departamento, recurriendo a trucos y técnicas arduos pero al alcance de los realizadores locales. En última instancia hay doblar los diálogos y mezclarlos con tomas de sonido ambiente, lo cual a estas alturas parece la única salvación posible para el film.
Si los diálogos son transmisores de información valiosa para la historia que narra la película, entonces tratar de resumir la anécdota de un film que mas o menos se escucho, no deja de ser algo temerario. Trataré de hacerlo con riesgo de errores, desde luego. Quien quiera conocer la sinopsis oficial puede ir al sitio de la película (hacer click aquí). Ella (Nayelly Acevedo) y Él (Noé Alvarado) sostienen una relación extramarital. De ella sabemos que está casada. De él entendemos que es pintor. Se alternan sus encuentros sexuales, sus coincidencias casuales y sus sueños, donde pueden estar juntos permanentemente. De hecho un motivo recurrente es el cuento de Gabriel García Márquez, Ojos de perro azul, ya que los planos oníricos y del mundo real se sobreponen y luchan entre ellos para reunir y separar a los amantes.
Obligado a ubicar Realidades de humo en un género este sería el del cine erótico. No hay mucha originalidad en ese dicho, pero el asunto es espinoso. El erotismo, como tema, tiene que ver con la incorporación de la vida sexual a la vida social (hay que leer, entre otros, La doble llama de Octavio Paz). Siempre ha habido un dejo de subversión en este tipo de cine. Y se antoja que una película como esta, hecha en el contexto de una ciudad supuestamente apegada a valores conservadores como San Luis Potosí, debería de tener esa carga crítica.
Realidades de humo se queda a medias. Los actores casi todo el tiempo están desnudos o semi desnudos. Y sin embargo el film entibia sin calentar. Muestra sin perturbar. Sugiere sin reflexionar. Ella y él practican sexo simulado bastante convencional, mucho mas convencional que el de películas realizadas hace unos cuarenta años, como El último tango en París (Ultimo tango a Parigi. Bernardo Bertolucci. Francia e Italia, 1972) o El imperio de los sentidos (Ai no korîda. Nagisa Ôshima. Japón y Francia, 1976). A Realidades de humo le falta mantequilla o huevo. Y el que haya visto las películas mencionadas entenderá a qué me refiero.
Mas recientemente en México se han hecho filmes mucho mas provocativos. Batalla en el cielo (Carlos Reygadas. México, Bélgica, Francia, Alemania y Países Bajos, 2005) y Año bisiesto (Michael Rowe. México, 2010) serían dos ejemplos. ¿Es una desproporción citar estos filmes en el caso de la ópera prima de Loustanau? No creo. Ha trascendido que la intención de los realizadores es presentarse en festivales. A ese tipo de público no le pasarán por alto las referencias al anonimato de los personajes que comparten con los de Bertolucci ni el encierro con motivos orientales que también construye Ôshima (con todo y asfixia incluidos). Y los filmes mexicano son referencias ineludibles cuando se quiere competir a esos niveles.
Desafortunadamente eso pasa a segundo plano ante las deficiencias técnicas que presenta Realidades de humo. El sonido es la principal de ellas. Sin su corrección jamás podremos tener claro si la actriz Nayelly Acevedo tiene problemas de dicción o no. Es mas, no sabremos a ciencia cierta de qué trata la historia.
Es cierto que hay un manejo (novedoso para el entorno local) de la fotografía, a cargo de Bernardo González Burgos, quien usa y abusa del foco selectivo. Utilizando cámaras con óptica sofisticada pudo elegir zonas de claridad relativamente precisas. Pero este recurso no termina de encajar en el conjunto de la obra: podría verse como un acto de pudor ante los desnudos, de por si poco provocativos. La escena que se presenta como la mas provocativa, aquella del desnudo frontal de Noé Alvarado donde está a punto de masturbarse, es cortada antes de empezar. Entonces: ¿no será mas bien el desenfoque una manera de bajar el tono y de incorporarse a una moral supuestamente aceptada por la mayoría en nuestra ciudad?
Hay una actitud muy complaciente en la dirección, un ánimo bastante amateur que obliga al director, a sus amigos y colaboradores a hacer cameos (apariciones pequeñas) en escenas que se pueden eliminar perfectamente, como la de la barra del bar o aquella en la que el personaje de Noé Alvarado sale al pasillo de su edificio como si fuera Daniel Giménez Cacho en Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón. México, 1991). Es como una necesidad de reconocimiento, un decir: “mírenme, no pierdan de vista que es mi película”.
Esta actitud y la falta de pericia técnica es la carta de presentación de la enseñanza del cine en el Centro de las Artes San Luis Potosí Centenario, en donde Ortiz Loustanau ha impartido cursos. El logo de este Centro aparece en pantalla, al igual que el de otras instituciones. Pero por ser la adscripción del director, el Ceart resulta mas que relevante y puede ser muy significativo. Es como decirle, a quienes estudían ahí, que es el tipo de películas al que pueden aspirar como futuros cineastas.
Sin embargo, creo que el asunto central son las deficiencias técnicas, que abren un abismo entre las intenciones de los realizadores y sus verdaderos alcances. Uno particularmente grave, que abarata en su conjunto la producción es el chroma key que se utiliza en la ventana de la habitación oriental. En una escena, no se recorta bien la imagen y el fondo se ve a través del sostén que usa la actriz. Y eso por no hablar de la utilería tan pobre que usa una lámpara china absolutamente precaria, realizada al parecer con palitos de paleta, que, por otro lado, quizá sean los mejores palitos de la película Realidades de humo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario