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lunes, 13 de octubre de 2014

Perdida


Perdida (Título original: Gone Girl. Director David Fincher. País: Estados Unidos. Año: 2014) es la historia de la desaparición de Amy (Rosamund Pike) y la inculpación de su marido, Nick Dunne (Ben Affleck) es como el viento que sopla sobre las ahora frágiles paredes del sueño americano y algunos de sus pilares: la justicia, la libertad de expresión y, sobre todo, la familia monógama y heterosexual.
Fincher es un director que, en su obra anterior, se ha movido entre la voluntad de saber qué es la verdad y la imposibilidad de establecerla. Por ello le han venido bien proyectos como La chica del dragón tatuado (The Girl with the Dragon Tattoo. Estados Unidos, Suecia y Noruega. 2011) y quizá por eso su nombre se popularizó por una película policíaca como Seven, los siete pecados capitales (Se7en. Estados Unidos. 1995) que fue una actualización del género detectivesco en el contexto del cine de violencia de la década de 1990.
Y sin embargo, su película mas propositiva sigue siendo, desde mi punto de vista y a la fecha, la esquizofrénica El club de la pelea (Fight Club. Estados Unidos y Alemania. 1999), donde la personalidad escindida del personaje desvanece los límites entre la realidad y la ensoñación, la verdad y la mentira.
En Perdida, Fincher apela a mas elementos de los clásicos de Alfred Hitchcock, seleccionando a un actor carismático y popular (Affleck) para interpretar al indiciado por la desaparición de la esposa perfecta. Y es que sobre él deben de recaer todo tipo de sospechas: holgazanería, infidelidad y violencia doméstica entre ellas. Tres pecados capitales para los medios de comunicación, sobre todo para la televisión que, en sus programas de nota roja, juzga al marido de la desaparecida y le crea un clima de opinión adverso. Con ello, de paso mantienen e incrementan sus niveles de audiencia.
Las evidencias inculpan progresivamente a Nick Dunne - Ben Affleck. Se supondría que seleccionar a un actor simpático como él es indispensable para que la simpatía del público permanezca a su lado y se llegue a sentir una preocupación sincera por su destino.
Mientras tanto el abogado (Tyler Perry) contratado para defender a Nick se encarga de crear una verdad jurídica y, por lo tanto, absolutamente utilitaria. Mas que saber qué ocurrió, el jurista busca plantear las cosas de forma tal que su cliente gane un juicio. Incluso no hay escenas de tribunal, ya el proceso se ventila en los medios, por lo que el abogado se convierte en un media trainer, buscando la expresión correcta del inculpado frente a las cámaras, mas que tratar de convencer a nadie de una supuesta verdad.
Pero la película Perdida está estructurada de una manera mucho mas maliciosa de lo que hasta ahora se podría suponer a partir de estas líneas. Constantemente se marca - con un texto en pantalla - la fecha con referencia a los días que la esposa lleva desaparecida, interrumpiendo este fluir continuo del tiempo con la presentación del contenido del diario de Amy.
Aproximadamente a la mitad de la película hay un cambio en esa dinámica, que permite volver a ver los hechos del crimen desde otra perspectiva. Fincher recurre a una estrategia de rompimiento similar (pero no igual) a que usó Hitchcock en Piscosis (Psycho. Estados Unidos. 1960). Ahora, en Perdida, está ruptura abre un espació de revelación de enriquecimiento del conflicto.
La jugada del guión resulta exitosa por que, al mismo tiempo, precipita la película a su punto de mayor intensidad dramática, pero también va planteando de manera mas clara los temores que constituyen su motor. El matrimonio Dune entra en crisis por un factor externo, perteneciente al mundo de la política y la economía. Al principio ambos son escritores que viven en Nueva York. Ella ha tenido antaño un gran éxito editorial con libros para niños y adolescentes. Y él sólo ha podido colaborar en revistas. Ambos pierden sus trabajos en la Gran Manzana y la enfermedad terminal de la madre de Nick los obliga a mudarse a un pueblo rabón del centro de los Estados Unidos.
En esa comunidad claustrofóbica, pero a fin de cuentas representativa de la posibilidad de emprender y prosperar en ese país, los personajes van perdiendo el control de sus vidas. Cada uno lo enfrenta a su propia manera.
Al final queda la certeza de que la existencia es manipulada por una serie de voluntades ajenas a los individuos, algunas de esas voluntades absolutamente cercanas, de personas que viven bajo el mismo techo. El matrimonio (y por la forma realista en que es planteada la anécdota, sobre todo en las primeras partes del film, uno se puede permitir generalizar la situación) se convierte en un juego de poder, en una imposición, en la necesidad de convivir aunque se sepa que el otro miente y controla insanamente a uno.
En la década de los ochentas y los noventas el temor de los hombres era hacía las mujeres que jugaban el rol de las amantes y cuya voracidad sexual destruía personas y familias enteras, como en el caso de Atracción fatal (Fatal Attraction Adrian Lyne. Estados Unidos. 1987) y Bajos instintos (Basic Instinct. Paul Verhoeven. Francia y Estados Unidos. 1992).En 2014 el planteamiento de Fincher es directo a la familia, al sostén de orden social en cuyo interior habita la locura y la muerte, ya sea física o metafórica, como expresión de la imposibilidad de alcanzar una vida plena.
Tratando de criticar algún aspecto del film, se podría decir que el final se precipita. Pero en la medida de que se cierra la trampa sobre el personaje, mas devastadora resulta la crítica a la institución familiar. Quizá se siente que el personaje de la detective (Kim Dickens) cambia sin demasiada justificación su actitud hacía Nick, pero lo cierto es que el resumen de la trama se agradece, tomando en cuenta las casi dos horas y media de duración de Perdida.
También podríamos decir que quizá con otro actor capaz de expresar mas dimensiones (cosa que se le niega a Ben Affleck) podríamos pensar en la complicidad de las víctimas y su necesidad de mantener las cosas en su estatus actual. Affleck es demasiado atlético, demasiado simpático, demasiado superhéroe para interpretar el papel que le asignan. Pero bueno, finalmente es una película de Hollywood y ahí la idealización y la intensificación de la vida sigue regla.
La extensión de la película se justifica por la enorme cantidad de detalles de las que da cuenta el guión. Pero a pesar de lo que podría ser una saturación de datos, lo cierto es que la dinámica emocional va en crescendo, quizá en detrimento del realismo que el principio que impone la referencia a la crisis económica y a la vida en el pueblo. Al final es mas importante llegar a un clímax que describir una realidad.
La película tiene dos méritos - que permiten alejarse de una estilización vacía - que son el uso sobrio de la música de Trent Reznor y Atticus Ross (discreta, pero ominosa a la vez, indispensable para incrementar la ambigüedad y el desasosiego) y la fotografía, al borde de la subexposición, organizada por Jeff Cronenweth.
Fincher pertenece a ese tipo de cineastas sin fé en la humanidad, capaces de asomarse a los aspectos mas siniestros, de sospechar de los mejores aspectos de la vida por que él sabe que no pueden sobrevivir en un entorno adverso. Locura que escondemos en lo profundo del alma puede un día explotar y llenar nuestro entorno de sangre propia y ajena. Eso lo sabe Fincher.

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