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domingo, 8 de mayo de 2016

La asesina



Recuerdo que hace unos años se exhibió Café Lumière [2003] de Hou Hsiao-hsien en la Cineteca Alameda ante la indiferencia y bostezos generalizados del público. Abordar una película de este director es, incluso para una audiencia más o menos especializada, un asunto relativamente arduo. Siendo Hsiao-hsien uno de los directores más reconocidos del orbe es necesario explicar la ausencia de entusiasmo que entre el público potosino despierta su obra.
Otro recuerdo: hace no tanto tiempo, en el Cine Club de la Facultad del Hábitat de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (organizado por Sahiye Cruz Villegas) ante el pequeño pero entusiasta público que cabía en su recinto se exhibió primero El globo rojo [Lamorisse 1956], un cortometraje a todas luces clásico, y posteriormente el, no le llamemos remake, de Hou Hsiao-hsien: El vuelo del globo rojo [2007]. Entre dos comentaristas, un servidor y nuestro anfitrión, el cineasta José Antonio Meave, primero hicimos una introducción a las obras y luego dimos una explicación que, con todo y las preguntas del público, nos llevó hora y media. Mi percepción fue que los espectadores, de origen entusiastas (y entre los que me gustaría incluirme) salimos con un cierto entendimiento de la naturaleza, diferencias y coincidencias entre las películas.
Creo que eso es lo que debería haber pasado en Cineteca Alameda para no repetir la experiencia de Café Lumière. Podría haberse exhibido el documental HHH-retrato de Hou Hsiao-Hsien [1997] y, como quien no quiere la cosa, dar cuenta del trabajo de no ficción de Olivier Assayas, otro cineasta contemporáneo clave y olvidado de la exhibición potosina. Se pueden organizar charlas, invitar a los egresados de los escasos cursos de apreciación organizados por la sala cinematográfica de la Secretaría de Cultura para que pongan en juego sus habilidades adquiridas explicando una cinta, con el apoyo necesario de alguien con una formación más especializada. Pero no. La administración de la Cineteca Alameda está más interesada (en el mejor de los casos) en la programación de poco imaginativos ciclos de supuesto cine de culto y el peor en la organización de eventos con venta de alcohol (que además son ilegales) así como en la planeación de conciertos de rock.
Pasemos a La asesina [Hsiao-hsien 2015] la película que justifica la redacción y publicación de estas líneas. El sólo hecho de que hubiera obtenido 27 premios internacionales – entre ellos el palmarés al mejor director en la edición del año pasado del Festival de Cannes – es suficiente para justificar su inclusión en la 60 Muestra. Otro asunto es que llegue prácticamente un año después de su estreno mundial, cuando cualquier cinéfago con recursos puede comprar el blu-ray importado o, si es relativamente avezado, obtener en la red una copia ilegal. Cabe mencionar que esta pachorra burocrática en la exhibición de las películas en nada beneficia a la comercialización legal de las películas.
Pero un premio no garantiza la legibilidad de un film para el público, incluso para uno más sofisticado que el de una cineteca. La película arranca con un texto en pantalla que ubica la acción en China durante el siglo VII, en el período decadente de la dinastía Tang y que nos da a entender las pugnas entre los gobiernos locales. En ese contexto, y con una imagen virada a blanco y negro, sin el ancho que va a caracterizar al resto de la película, Nie Yinniang (Shu Qi) asesina a un hombre, a todas luces poderoso, con magníficas técnicas marciales. La protagonista es una joven que ha sido entrenada por una monja para liquidar a los gobernadores corruptos. La película trata sobre sus diversas misiones, algunas exitosas y otras no.
Presentado así el resumen da una idea engañosa de la película. Hou Hsiao-hsien implementa un complejo dispositivo estético, que juega con el color y la monocromía en escenas filmadas a una distancia equivalente al efecto emocional del filme, y con una inscripción genérica muy relativa a clásicos del cine oriental. Pero lo que en primera instancia destaca es la ausencia de claras relaciones causales entre los eventos que conforman la trama.
Hsiao-hsien ha hecho de la distancia entre la cámara y sus actores recurso central de su estética. Como señalan Gilles Lipovetsky y Jean Serroy en La pantalla global (Anagrama 2009) el hipercine abarca tanto los filmes de efectos especiales que a fuerza de acción y violencia imparables desensibilizan al público (Transformers: La era de la extinción [Bay 2014] o Avengers: era de Ultrón [Whedon 2015]) como a los relatos hiper distanciados al estilo de Lisandro Alonso o Nicolás Pereda. Para demostrar la adscripción de La asesina a este última categoría habría que ver la escena previa a uno de los atentados, donde la víctima está con su esposa en su habitación y que el director filma, moviendo su cámara desde atrás de una cortina que marca aún más la distancia entre nosotros y los personajes.
Esto podría interpretarse como una apropiación del género wuxia, las películas de espadachines orientales que tienen su modelo canónico en Un toque de zen [King 1971], las cuales se caracterizan por sofisticadas y poco realistas escenas de combate a cuyas coreografías cuales nos fuimos acostumbrando los espectadores occidentales desde El tigre y el dragón  [Lee 2000] y que en La asesina son filmadas de una manera más sorda, menos espectacular. Y por lo tanto más fría.
En ese sentido uno, como crítico, uno no sabe si aplaudir la reunión entre ambos modos de entender el cine (el de King y el de Hsiao-hsien), si admirar el cuidado y la fastuosidad del filme La asesina o desentrañar sus mecanismos estéticos oscurecidos por la ausencia de claridad (voluntaria, intencional) de la historia. Es un poco como en la famosa escena de El vuelo del globo rojo donde nuestra atención se divide entre la historia familiar y la afinación del piano que ocurren en la misma habitación. Pero finalmente La asesina nos obliga – si permanecemos despiertos durante su exhibición – a repensar lo que del cine teníamos como cierto.
Personalmente creo que el encuentro entre tradición e hipermodernidad en La asesina es un proyecto fallido. Grandiosamente fallido. Fascinante y fastidioso. Complejo pero embrionariamente simple. Sugerente y hermético. Un reto al cinéfilo, como siempre lo son los films de Hou Hsiao-hsien.

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