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domingo, 22 de mayo de 2016

La bruja





En 1922 se estrenó Häxan: la brujería a través de los tiempos, una película sueca dirigida por Benjamin Christensen inscrita en la lógica naciente del documental, es decir, en la recuperación de la perspectiva realista que había visto nacer al cine.

El film de Christensen aspiraba a presentar la verdad sobre quiénes habían sido las brujas. Utilizando argumentos históricos, recuperando fuentes directas, presentándolas en pantalla y enfocando ciertos eventos desde una perspectiva psicoanalítica construye un sentido determinado de la historia.
Pero Häxan también recurre a las recreaciones, profundamente estilizadas, para mostrar la perspectiva, por ejemplo, de los europeos de la edad media, para quienes el diablo era una presencia verdadera y las brujas eran capaces de actos sobrenaturales. Esta dicotomía vuelve fascinante esta película.
94 años después llega a las salas mexicanas La bruja (Robert Eggers 2015), una coproducción de Estados Unidos, con Canadá, Reino Unido, Inglaterra y Brasil ganadora del premio a la mejor dirección en el Festival de Sundance en la categoría de ficción. Compararla con un clásico tan apreciado como Häxan no es un despropósito. Al hacerlo pretendo poner en evidencia cómo ha cambiado el cine en el lapso que separa el estreno de ambas películas.
La ópera prima de Robert Eggers se llama, en inglés, The VVitch: A New-England Folktale (La bruja: Un cuento popular de Nueva Inglaterra). Al final hay un texto en pantalla: “este filme fue inspirado por muchas leyendas, cuentos de hadas y relatos escritos de brujería histórica, incluyendo periódicos, diarios y registros de tribunales. Gran parte del diálogo proviene de fuentes del período”.
La bruja narra caso de una familia de puritanos que viven alejados de la sociedad, tratando de hacer producir sus alimentos en una granja estéril y que asisten a la desaparición de un bebé como el primero de una serie de eventos relacionados con la presencia de una criatura sobrenatural en el bosque.
Eggers ancla su creación fílmica en el punto de vista de los protagonistas. Esta familia, cuya única manera de entender el mundo es a partir de la Bibilia, vive una experiencia que puede ser explicada en nuestros días de varias maneras (psicosis o intoxicación con plantas psicoactivas) pero esa no es la intención del director.
El modo de vivir de estos puritanos temerosos tanto de dios como de su antagonista. La bruja es la recreación de una época radicalmente lejana a la nuestra, magistralmente recreada con bajo presupuesto y con unas imágenes convincentes e hipnóticas producto del trabajo fotográfico riguroso de Jarin Blaschke, bien complementadas por la música entre antigua y moderna compuesta por Mark Korven.
Creo que el principal problema que experimentará esta película, que funciona perfectamente en festivales, ocurrirá cuando llegue a un público que espera determinado efecto. La bruja no es un thriller como los que acostumbra la cartelera comercial. Si el encuentro con lo siniestro produce horror, en este film éste será concentrado en la parte final, como acostumbraban las películas de la década de 1930. El efecto de miedo que produce La bruja está muy dosificado para los parámetros actuales.
Su mérito es considerar pertinente la mirada de sus protagonistas, incrustarse en ella a pesar de correr el riesgo de perder efectos emocionales, de ir a contra corriente, de cancelar la progresión dramática habitual y además dejar huecos en la historia.
Así como hace más de 90 años Häxan respondía a la necesidad del hombre moderno de dar una explicación crítica a los abusos del poder, La bruja hoy se nos presenta como la exploración por los terrenos de una mente simple, temerosa a niveles hoy carentes de lógica.
Pero finalmente es la (re) creación de otro mundo distinto al nuestro y no por ello inferior. Válido en sus propios relatos y maneras de entender el mundo. Y además es un brillante trabajo fílmico.

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