Marvel, la casa editora de cómics
estadounidense, este año ha presentado un par de adaptaciones hasta
cierto punto sorprendentes. Mientras su competencia va teniendo una
serie de errores y fracasos memorables al lanzar algunos de sus
productos históricamente prestigiados como Supermán (El
hombre de acero. Título original: Man of Steel. Dirección: Zack
Snyder. Países: Canadá, Estados Unidos y Reino Unido. Año: 2013),
Marvel le ha apostado a una parte relativamente oscura de su
repertorio de súper héroes.
Primero Guardianes de la galaxia (Guardians of the Galaxy.
James Gunn. Estados Unidos y Reino Unido. 2014) se convirtió en uno
de los grandes éxitos del verano y ahora, en el arranque de la
temporada navideña, repiten la fórmula con variación y éxito, por
lo menos a nivel estético y narrativo con la cinta Grandes héroes
(Big Hero 6. Don Hall y Chris Williams. Estados Unidos. 2014).
La variación parece determinada por un asunto de mercado: los
estudios Disney han buscado mantenerse competitivos (tras una crisis
en la que se contempló incluso el cierre del departamento de
animación) incorporando a la competencia a su nómina, comprando
alianzas con empresas que en su momento les derrotaron creativa y
económicamente, como Pixar, los estudios Marvel y Lucas Films.
Los seguidores de los productos de estas compañías (que no son
pocos y se apasionan) han vivido una semana muy intensa con la
presentación del primer teaser trailer del episodio VII de La Guerra
de las Galaxias, que al igual que el resto de los adelantos de las
últimas entregas de la saga galáctica, son muy bonitos y han
acompañado a filmes decepcionantes.
Por lo menos para mi resultó inesperada esta combinación de la
tecnología digital de animación de Pixar, el modelo narrativo de
venganza y sacrificio de las historias de Marvel y los valores
familiares que desde siempre ha defendido Disney, una de las
compañías ideológicamente mas conservadoras del cine de Hollywood.
Grandes héroes es un cómic poco conocido de Marvel.
Personalmente yo nunca lo he leído ni tenía noticias de él antes
del estreno de la película, por lo tanto no puedo abordarla desde el
punto de vista de la adaptación. Hay un artículo originalmente
publicado en The Independent y traducido en La Jornada que da cuenta
de la génesis del proceso. Remito a los lectores a sus enlaces
digitales.
Las mejores películas de animación digital han sido aquellas que,
conscientes de sus limitantes (la más grande de ellas es la
imposibilidad de reproducir la piel humana de manera impecable), han
optado por crear personajes que no son personas, aunque tengas
fuertes rasgos antropomorfos. Toy story (John Lasseter. Estados
Unidos. 1995) sigue siendo el gran ejemplo.
Grandes héroes
tiene en el centro de su discurso narrativo y filosófico a un robot
médico llamado Baymax (cuya voz fue doblada en México por Alan
Prieto). La originalidad corpórea del androide radica en su
naturaleza inflable, la cual lo hace similar al hombre de malvavisco
de Los cazafantasmas
(Ghost Busters. Ivan Reitman. Estados Unidos. 1984)
y produce una silueta rechoncha y confortable al abrazo.
Narrativamente esta presencia da pie a momentos cómicos (por ejemplo
cuando repara sus ponchaduras con cinta adhesiva) pero en su aparente
simplicidad implica el problema más profundo que trata la película.
“¿Pueden amar las máquinas o podemos amar a las máquinas?” que
son preguntas que se plantean filósofos como Javier Ordoñez. Al
igual que como en Interestelar (Interstellar. Christopher
Nolan. Estados Unidos y Reino Unido. 2014) ocure que los libros
trasladan la cultura y el afecto hacía seres desaparecidos hace
tiempos, en Grandes héroes Baymax supera su condición de
máquina en la mente de sus operadores y se vuelve un testimonio de
valores muy interesantes, como el respeto por la vida humana y la
trascendencia individual.
Los personajes de Marvel, como
Wolverine o Punisher no tienen empacho en desatar una violencia
asesina impulsados por sus deseos de venganza. La pérdida del ser
amado (tal y como le ocurre al protagonista humano de Grandes
héroes) es la gran
motivación en el modelo narrativo de ciertos superhéroes, siendo
Batman no sólo el fundador sino el mejor representante
cinematogŕafico en las películas enloquecidas de Tim Burton
(Batman: Estados Unidos y Reino Unido. 1989. Batman
Regresa: Batman
Returns. Estados Unidos. 1992).
En Grandes héroes, Hiro Hamada (Memo Aponte) el huérfano
adolescente habitante de la hipertecnologizada ciudad de San Fransokyo (genial espacio diegético rico en sugerencias y posibles
interpretaciones que resume San Francisco y Tokio) pierde uno de sus últimos vínculos afectivos en
un hecho de violencia y se convierte en un justiciero junto con el
robot y otros cuatro jóvenes nerds.
El dilema es el mismo que vive otro nerd desadaptado y monstruoso
llamado Peter Parker, cuyo alter ego, Spiderman, le permitiría poder
cobrar venganza sangrienta de quienes han minado sus afectos pero que
a quien finalmente se le impone éticamente su tío Ben. En Grandes
héroes Baymax, multifuncional médico con capacidades de
diagnóstico, tratamiento, comunicación y combate es el vehículo de
los valores de paz y de convivencia, que permiten incluso en un
momento compadecer y entender al villano.
David Bordwell y Kristin Thompson apuntan, en su libro Arte cinematográfico, que las películas en tiempos de crisis (como
la gran depresión de la primera mitad del siglo XX) apelaban, ante
la pérdida de estabilidad en el empleo y las carencias materiales
del grueso de la población, a los valores familiares como último
recurso, al hogar como reducto de tranquilidad y sosiego. Estos
valores, profundamente conservadores ha reiterados en gran parte de
la producción de Disney, desde la adaptación de Pinocho
(Pinocchio. Norman Ferguson, T. Hee, Wilfred Jackson, Jack
Kinney, Hamilton Luske, Bill Roberts y Ben Sharpsteen. Estados
Unidos. 1940) hasta El rey león (The Lion King. Roger Allers
y Rob Minkoff. Estados Unidos. 1994).
En una pirueta semántica sorprendente, la gente de Pixar ha
reconciliado este discurso con el ímpetu vengativo de ciertos héroes
súper poderosos y con el amor (entendido como apego y necesidad más
allá de la lógica) que nuestra sociedad siente hacía sus fetiches
tecnológicos. El resultado ha sido un filme cinematográficamente
convencional y accesible a un gran público pero con muchos ángulos
de interpretación que ni con mucho agoto en este texto coyuntural.
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