Un Gran Dinosaurio [Título original: The Good Dinosaur.
Dirección: Peter Sohn. País: Estados Unidos. Año: 2015] plantea la
posibilidad de que el meteorito que cayó en Yucatán hace 65
millones de años se hubiera desviado y por lo tanto los grandes
lagartos que poblaban la tierra no se hubieran extinguido.
La evolución hubiera seguido otro curso y las diversas especies de
dinosaurios hubieran desarrollado ciertas habilidades. Uno de los
mejores fragmentos de la última película de Pixar es cuando vemos a
una familia de apatosaurios
labrando la tierra, regando un plantío y cosechando maíz. En la
perspectiva que sostiene la película los dinosaurios hubieran
adquirido habilidades muy parecidas a las humanas.
En términos del espectáculo
fílmico esto bien
práctico ya que permite que los espectadores se identifiquen con
esas criaturas animales que hablan, gozan con el nacimiento de sus
hijos, sufren la pérdida de los padres y deben franquear múltiples
pruebas
para acceder a la vida adulta, tal y como le pasa al más joven y
pequeño de los apatosaurios, llamado Arlo.
Pero por otro lado es interesante o
incluso cuestionable la visión antropocentrista
que plantea que el culmen de la evolución es lo humano. En ese
sentido la visión luminosa de los realizadores de Pixar se
contrapone a las pesadillas como el Alien de Ridley Scott [Alien,
el octavo pasajero.
Estados Unidos. 1979] donde “monstruos” más similares a otras
especies distintas a la nuestra, como los insectos, están mejor
preparadas para vivir en los nuevos límites del espacio exterior.
La
genialidad irónica de Un
Gran Dinosaurio es
que Arlo primero se enfrenta y finalmente “adopta” a “otro
animalito” como su mascota e incluso le pone por nombre Spot que es
un típico nombre de perro en Estados Unidos. Y esta criatura no es
otra cosa que un ser humano, un niño que pertenece a una especie que no ha
desarrollado aún el lenguaje y que vive precariamente en una dinámica
de cazador – recolector cuando algunos
dinosaurios “ya son” agricultores o
crían ganado.
“El
buen dinosaurio” (traducción literal del título) Arlo y Spot, el
salvaje pero finalmente agradecido humano de características
perrunas (incluso
aúlla)
tienen en común ese sentimiento de pérdida y melancolía que es
parte de la exitosa fórmula de Pixar. En una escena muy
bella,
a la luz de la luna, ambos representan gráficamente a sus familias
ausentes, quedando claro que en ese momento sólo se tienen el uno al
otro para afianzar vínculos afectivos y para sobrevivir.
El
uso de la tecnología digital en El
Gran Dinosaurio
da como resultado un realismo cinematográfico no alcanzado
anteriormente. Los fondos de los bosques, la llanura, los detalles de
las plantas y del agua son casi perfectos.
Lo interesante es que los personajes siguen teniendo esa
característica simplificada que los relaciona con los juguetes y les
otorga una textura que se antoja abrazable. Lo cual, por cierto, debe
ser muy útil al momento de generar juguetes y de obtener dinero de
la franquicia.
Como
otros filmes de Pixar, la tecnología de punta es
utilizada para contar una historia muy clara, con espacios, tiempo y
acciones transparentes, lo cual no es un mérito menor en términos
de la artesanía narrativa con características clásicas. Pero Un
Gran Dinosaurio
también se emparenta con uno de los grandes géneros históricos del
cine: el western.
Comparte
con este tipo de películas los espacios de lo que hoy es el oeste
norteamericano, incluso se puede distinguir el Monumental Valley
ubicado en Arizona y Utah, tan caro para los que somos seguidores de
las películas de John Ford. Igualmente el traslado del hato de
ganado de la familia de tiranosaurios remonta a filmes como Río
Rojo
de Howard Hawks y Arthur Rosson [Red River. Estados Unidos. 1948].
Creo
que precisamente por tratarse espacios bien conocidos por los
cinéfilos, Peter
Sohn y
la gente de Pixar optaron por el realismo extremo en los detalles que
constituyen los escenarios, sin por ello descuidar la poética y la
belleza que impusieron como estándar de calidad maestros como Ford y
Hawks.
Pero
también la obra del estudio pionero de la animación digital ya es
tan nutrida que encuentro referencias a sus propios filmes. La
relación miedo – odio / amor – fraternidad por
la que avanzan los personajes humanos y no humanos tiene que ver los
afectos progresivos entre Boo, Sully y Mike en Monsters, Inc. [Pete
Docter, David Silverman y Lee Unkrich. Estados Unidos. 2015]. La
orfandad también
es
el gran tema de Up,
una aventura de altura [Up.
Pete Docter, Bob Peterson. Estados Unidos. 2009].
El
viaje necesario como condición de crecimiento personal es el modelo
narrativo de Buscando
a Nemo
[Finding
Nemo. Andrew Stanton, Lee Unkrich. Estados Unidos y Australia. 2003].
Y el sufrimiento que conlleva la pérdida de la infancia está
presente en Toy Story 3 [Lee
Unkrich. Estados Unidos. 2003] y
en Intensa Mente
[Inside
Out. Pete Docter y Ronnie Del Carmen. Estados Unidos. 2015].
Un Gran
Dinosaurio
usa estos modelos narrativos o plantea las mismas temáticas.
Pixar
acaba de estrenar una película profundamente emotiva, comparable con
El rey león
[The Lion King. Roger Allers y Rob Minkoff. Estados Unidos. 1994]. No
tan compleja ni ambiciosa como Intensa
Mente
pero no por ello resulta
frívola ni aburrida. Como las mejores películas de Pixar tiene su
trampa melancólica, su lado oscuro y hasta irónico, aunado a tres o
cuatro escenas de profunda poesía.
Comentario
aparte merecería el cortometraje que lo acompaña: Sanjay's
Super Team [Sanjay Patel. Estados Unidos. 2015] que es una reflexión
sobre el carácter mítico de una nuestra cultura poblada por super
héroes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario