Es paradójico que un rostro humano sea lo mejor de una película
como 300: el nacimiento de un imperio (300: Rise of an Empire.
Murro: Estados Unidos, 2014), siendo como es un filme voluntariamente
alejado de la realidad, obsesionado con reproducir la luz de tinta
del mundo del comic por la vía de lo digital. Y es que, según un
pensamiento atribuido a John Ford, lo mas bello que puede registrar
el cine es el rostro humano.
Ni
los naufragios, ni los atardeceres, ni la niebla o la sangre de
épicas batallas, todas salidas de horas y mas horas dedicadas en
procesadores digitales de última generación pueden superar al
rostro de Eva Green.
La
actriz de origen francés, descubierta por Bernardo Bertolucci en su
salvaje declaración de amor al cine llamada Los Soñadores
(The Dreamers. Bertolucci: Reino Unido, Francia e Italia, 2003) es la
novedad fílmica en el mundo dominado por los hombres de la saga de
los 300.
No
se trata de la profundidad psicológica de su personaje, reducida a
un esquema poco original y débil, sino su sola presencia la que le
da un aporte físico a la idea de la transgresión.
Eva
Green es capaz de transmitir sexualidad y violencia: con su sola
mirada reta al mundo de lo masculino e incluso en su derrota es el
elemento que flota en la imaginación horas o días después de haber
visto la película.
Ningún
escenario digital, ni un sólo plano compuesto por computadora,
ningún efecto especial puede superar la presencia fílmica de un
rostro fotogénico.
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