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lunes, 17 de marzo de 2014

El verdadero Crimen del Cácaro Gumaro


Antes de ir al cine uno imagina la película que va a ver. Es casi imposible no generarse ilusiones. Toda la promoción fílmica está orientada a eso. Ayudan también los antecedentes del género y de los realizadores y actores. En el caso de El crimen del cácaro Gumaro (Emilio Portes: México, 2014) las expectivas eran muy altas. ¿Qué las generó?
Antes que nada es la primera la participación como actor a cuadro - en el cine - de una figura entrañable de la televisión mexicana. Me refiero a Andrés Bustamante cuyas esporádicas apariciones lo mantienen vigente a mas de 20 años de haber salido del aire el programa de El Güiri Güiri.
También alimentó esa expectativa ver la tercera película dirigida por Emilio Portes. Particularmente se podía esperar que se sacara la espina de un filme fallido como Pastorela (México, 2011) y se reencontrara con el talento mostrado en su ópera prima, llamada Conozca la cabeza de Juan Pérez (México, 2008).
El crimen del Cácaro Gumaro queda muy por debajo de esas expectativas. Si esa película representa el estado de la comedia en el cine mexicano hay que prender las alarmas ante la incapacidad de armar un discurso coherente que al mismo tiempo sirva para provocar risas en el espectador.
La anécdota de El crimen del cácaro Gumaro versa sobre dos hermanos que heredan las propiedades de su padre. Archimboldo (Alejandro Calva) hereda la casa paterna y Gumaro (Carlos Corona) el piojoso y cucarachiento cine Linterna Mújica. Una se encuentra hipotecada y el otro a punto de desaparecer para convertirse en estacionamiento o tienda de conveniencia, a causa de adeudos de impuesto predial.
La rivalidad de los hermanos se alimenta por la presencia de una mujer fatal hasta que la dispersión del guión demuestre lo contrario, Claudianita interpretada por Ana de la Reguera. Echándole leña al fuego de la rivalidad filial está el alcalde del pueblo de Güemez, el corrupto, pretencioso, egocéntrico e inepto Don Cuino, personaje a todas luces creado por su interprete y coguionista del filme, Andrés Bustamante quien debiera ser el plato fuerte de la película.
La historia del proyeccionista Gumaro recuerda a los cortometrajes Robert McKimson (The high and the flighty. Estados Unidos, 1956) donde el Gallo Claudio y su rival el perro se jugaban una broma pesada tras otra, azuzados por la ambición comercial del Pato Lucas. El mérito del cortometraje incrementar progresivamente la risa durante los siete minutos que dura. Y el verdadero Crimen del Cácaro Gumaro es matar la risa casi al inicio.
La saturación supuestamente inteligente, alimentada por los homenajes y la crítica a la condición del cine mexicano, la ausencia de centro y corazón hace que la película escrita por Bustamante, Portes y Armando Vega Gil se desinfle, aburra y enfade a un espectador que no sea incondicional.
Visualmente El crimen del Cácaro Gumaro es eficiente, es mas, los defectos especiales en escenas como la del bombardeo pasan como parte de una propuesta estética. La primera parte deja claro que al director Emilio Portes le fascina la edición espectacular. Los actores hacen lo mejor que pueden con los personajes que tienen (se aprecia como Ana de la Reguera se deje filmar incluso sin pelos en la cabeza).
Pero el guión sigue siendo la parte ardua del cine mexicano. Como país quizá padezcamos de incapacidad para fabular. No lo creo. Personalmente conozco casos de buenos escritores de comedia. Pero en este caso la ausencia de un objetivo, de un centro, de una premisa, de algo que le de vida a la película, hace que El crimen del cácaro Gumaro sea otra película fallida en la cuenta del cine nacional.

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